miércoles, 31 de julio de 2013

JUSTICIA, POR FIN.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO, 02/ 08 / 2013 JUSTICIA, POR FIN. Hamlet, el príncipe danés, el más importante de los personajes de Shakespeare, decía que la “tardanza de la justicia” (“The Law’s delay”) era una de las razones de por qué Dinamarca olía a corrupción. Aunque ese mismo tufo de ausencia de justicia hedía en Chile desde hace cuatro décadas, una tempranera brisa de primavera, hoy viene a limpiar los aires del país y, particularmente, de nuestra región. Por ahora, se trata de algunos crímenes perpetrados por oficiales y sub-oficiales de las FFAA luego del golpe de Estado de 1973, en la cárcel y en el campo de concentración de prisioneros políticos de Pisagua. Siete integrantes del Ejército de Chile, que dejaron de ser soldados para transformarse en carceleros de ciudadanos chilenos, acaban de ser formalmente acusados por el Ministro de Fuero de la Corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza, por los delitos de homicidio y secuestro calificado de once ejecutados políticos de Iquique. De acuerdo a la carátula de la querella, el ministro Carroza seguirá investigando y levantando acusaciones, en orden cronológico, de acuerdo a cómo fueron ocurriendo los asesinatos, tanto en Iquique como en Pisagua. En Chile, apenas se habla de hacer justicia sobre la barbarie que advino con el golpe, los más acérrimos partidarios y, a la vez, beneficiarios inmediatos de la dictadura, invocarán su vieja monserga de “no seguir anclados al pasado”, “mirar el futuro y olvidar,” etc. Será una payasada más, porque esta vez, es la Justicia la que oficialmente les viene a recordar que los delitos de lesa humanidad (los que comete un Estado) no tienen pasado sino sólo presente, y por esa razón son imprescriptibles e inexcarcelables. Las acusaciones corresponden al asesinato por “Ley Fuga” de Juan Calderón, Marcelo Guzmán, Luis Lizardi, Michel Nash (el joven conscripto de 19 años que se negó a cumplir la orden de disparar contra civiles luego del golpe), Nolberto Cañas (dirigente socialista y gerente de las industrias pesqueras del Estado) y Juan Jiménez, suboficial de la Marina de Chile, (acusado del mismo “delito” de Nash); y los fusilamientos, luego de “consejos de guerra,” del abogado Julio Cabezas, el funcionario de aduanas Mario Morris, el funcionario de gobierno Juan Valencia, el profesor Humberto Lizardi y el jefe de la empresa estatal portuaria de entonces, Julio Córdova. Los acusados son los militares Sergio Benavides, Roberto Ampuero, Arturo Contador, Sergio Figueroa, Gabriel Guerrero, Manuel Vega y Miguel Aguirre. El juez Carroza ha dado por acreditados la falsedad, la mentira premeditada y el montaje con que los acusados y, por extensión, las propias FFAA, cubrieron estos crímenes. Primero, los asesinados por Ley Fuga fueron sacados de sus celdas en la cárcel de Pisagua en forma selectiva por oficiales a cargo de su custodia, con el pretexto que se requerían “voluntarios” para realizar trabajos fuera del recinto carcelario. Carroza ha concluido que nunca existió tal trabajo voluntario, y que los prisioneros fueron llevados fuera del penal para ser ejecutados por la misma patrulla que los sacó de sus celdas, dirigida por el capitán Sergio Benavides. Benavides declaró que él mismo ordenó el entierro de los cadáveres en un lugar asignado para ello, vecino al cementerio de Pisagua. Por lo tanto, la declaración oficial militar que señalaba que los prisioneros intentaron la fuga, no fue más una mentira. Agrava el crimen, el hecho que hasta la fecha, los cadáveres de Nash, Cañas y Jiménez siguen desaparecidos. En cuanto a Cabezas, Lizardi Flores, Córdova, Morris y Valencia, el parte militar de entonces señala que los detenidos fueron ejecutados por aplicación de una sentencia dictada en el marco de un Consejo de Guerra, por estar confesos y ser autores de los delitos de traición a la Patria, espionaje e infracción a la ley de Seguridad del Estado. Sin embargo, no hubo confesiones, sino falsas declaraciones obtenidas bajo tortura, y las audiencias militares, según Carroza, no se realizaron, en absoluto, de acuerdo a derecho. Vale aquí la pena referirse al honor militar, el fin ético supremo de un hombre de armas. El Comandante en Jefe de la VI División de Ejército (cuyo asiento es Iquique), el general Juan Carlos Núñez, en ocasión del Juramento a la Bandera de este año, dijo: “Nuestros jóvenes tienen que decidir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo debido y lo indebido.” Pues bien, si los militares juran ante Dios y la Bandera obedecer a sus superiores, un militar de honor debe negarse a obedecer a superiores que no son más que asesinos, y que, además, han desobedecido y traicionado a su superior inmediato, el Presidente de la República. Entonces, jurar a la Bandera es, obviamente, jurar por elegir entre lo correcto y lo incorrecto. Michel Nash y Juan Jiménez en Pisagua, al igual que los generales Bachelet y Prats, eligieron correctamente. Por ello, y como militares de honor que eran, fueron asesinados.

miércoles, 24 de julio de 2013

ALIANZA POR CHILE: CANDIDATAM HABEMUS

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO, 26/07/13. Decía Aristóteles que el hombre es, por naturaleza, un animal político, y que lo es porque, como ser inteligente, es el único animal que sabe distinguir entre lo justo y lo injusto. Y agrega genialmente: si el hombre se separa de la Ley (que si es justa, es el bien para todos), puede ser “el peor de todos los animales.” La frase es metafórica, por supuesto, pero clara. Para impedir que el mentiroso, el cruel y el inmoral accedan al poder, todo hombre y mujer que se precien de su valía humana deben poner atención a cada paso que den los dirigentes de la sociedad; es decir, los políticos. Deben hacerlo, porque rara vez un político profesional dice exactamente las razones de su actuar. Su fin es acceder al poder, y cuando se quiere el poder, y, además, conservarlo, la primera víctima bien puede ser la verdad. Entonces, si las sociedades no marchan bien, es, simplemente, porque sus ciudadanos no estudian con rigurosidad la realidad que los circunda, y, en consecuencia, eligen mal a sus dirigentes. Por supuesto, el ciudadano debe entender bien por quién vota cuando tiene que hacerlo; vale decir, no debe ser presa de demagogos ni de los torrentes de propaganda electoral. Debe, en suma, notar con la mayor certeza que le sea posible quiénes y qué son realmente los candidatos, los partidos y coaliciones, y en qué se diferencian, si es que realmente hay diferencias entre ellos. ¿Qué está pasando en el Chile de hoy en política? Nueva Mayoría, sobándose las manos, pues duda poco de su triunfo. Las candidaturas menores, en su mayoría testimoniales de su rechazo al duopolio que se ha venido repartiendo el poder del gobierno en casi cinco décadas, buscando llegar en segundo lugar, sabedoras que habrá dos vueltas. ¿La Alianza?, fabricando sorpresas. Primero, nadie dudaba que Laurence Golborne sería su candidato presidencial para las elecciones de noviembre. La UDI, muy segura, lanzó su candidatura hace unos meses, la que, de hecho, ya venía construyendo desde el día siguiente que fueron rescatados los 33 mineros de la mina San José. Sin embargo, al conocerse la noticia de sus secretas andanzas -con platas suyas obtenidas en Chile- en un lejano “paraíso fiscal,” y luego su responsabilidad en oscuras especulaciones con las tarjetitas Jumbo, se produjo el dramático fin de su carrera. RN, el partido socio, exhibió abierta su complacencia, incluso, justificó su caída, sobre la base de las culpabilidades de Golborne. No era para menos, su retiro forzado abría la posibilidad de su mejor hombre, Andrés Allamand, de ganar las primarias de la derecha que ya se avecinaban. Para entonces, las relaciones RN-UDI ya estaban a muy mal traer. La UDI, entonces, levantó una de sus figuras más históricas y emblemáticas para competir con Allamand, Pablo Longueira, convencido neo-liberal, discípulo y amigo de Jaime Guzmán, el ultra-conservador fundador de la UDI, con quien, dice él, conversa en sueños. Pasado poco tiempo, empero, el candidato renuncia por problemas médicos. Ya sin posibilidad de nuevas primarias, RN argumenta que el derecho “natural” a la candidatura lo tiene Allamand, por haber casi empatado con Longueira en las primarias. Pero, una vez más, la UDI, exhibiendo sin tapujo su inveterada tendencia hegemonista, lanza su tercer candidato, sin ningún ánimo de transarlo. Es Evelyn Matthei, ¿recuerdan?, sí, la chica de los espionajes telefónicos y los garabatos. Allamand hace mutis por el foro. RN, entonces, para salvar apariencias, pone tímidamente en la palestra a su senador Francisco Chahuán. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, dicen los dirigentes de RN, la UDI ganó la primaria, pero no con doña Evelyn. Al final del culebrón, RN cede, aunque no de modo totalmente genuflecto. Ante una irreductible UDI, el apoyo a la “mal hablada” (palabras textuales del presidente de RN, Carlos Larraín), es lo único que asegura la continuidad de la coalición de derecha, y el aseguramiento de buenas listas parlamentarias, y, lo más importante, la re-elección de Piñera, hombre de RN, en 2018. Por fin, ya están todos los candidatos, entre ellos doña Evelyn, quien, por supuesto, no ganará en noviembre. Cómo va a ganar… ¿Recuerdan cuando dijo que no tenía idea del espionaje telefónico a Piñera (cuestión no sólo inmoral sino ilegal, por cierto) para luego callar cuando fue descubierta? Y eso de ser “mal hablada,” (en buen chileno, garabatera) no es baladí. Su uso continuo del lenguage coprolálico no responde, por supuesto, a una baja escolaridad ni querer aparecer en público como “achorada,” sino a su personalidad irascible, violenta e imprudente. ¿Será por eso que sus sonrisas en la tele se ven… así tan como forzadas?

jueves, 18 de julio de 2013

LONGUEIRA SE BAJA.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO, 19/07/ 2013. Aunque la noticia de la automarginación de Pablo Longueira de la carrera presidencial sorprendió a todo el mundo, en estricto rigor, la decisión del ahora ex-candidato no tiene la importancia ni gravedad que algunos le asignan. De hecho, no cambia la correlación de fuerzas en la política chilena ni al interior de la derecha, y menos aun el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre. Luego, no ha ocurrido nada nuevo que sea espectacular. Las direcciones centrales de los partidos que integran la Alianza, si no lo han hecho ya, elegirán muy pronto un nuevo candidato. Se puede conjeturar mucho sobre quien asumirá ese rol. La UDI podría revivir la figura de Laurence Golborne, el ex-ministro que porta la aureola de haber encabezado el salvataje de los 33 mineros atrapados en la mina San José. Su gran “llegadita estrecha,” la de haber metido plata obtenida en Chile en secretos “paraísos fiscales,” podría ser, al final de cuentas, olvidable, porque tal como algunos dirigentes de la UDI argumentaron en su favor cuando se descubrieron aquellas peliagudas andanzas, bien puede ser que a mucha gente no le importe que alguien se haga rico especulando en esos tugurios bancarios, y luego sea candidato presidencial. También la UDI tiene a Evelyn Matthei, la “Iron Lady” chilena, mujer fuerte, ejecutiva e integrista de convicción, todas cualidades que mucho gustan a buena parte de la masa electoral. Aunque la primera opción la tiene la UDI por haber ganado las primarias, Renovación Nacional podría, sin embargo, convencerla que la mejor carta para noviembre es Allamand, porque parte de la carrera electoral ya la tiene corrida, y muy bien, fuera de su probada fe derechista y su larga experiencia política, tanto como partisano y colaborador de la dictadura (lo que gusta mucho a la UDI), como opositor en los 20 años de gobierno de la Concertación. Por supuesto, la Alianza también podría llevar dos candidatos, uno de RN y la UDI, opción plausible por la existencia de la segunda vuelta y la variedad de candidatos de izquierda que, obviamente, debilitan las posibilidades de Bachelet de obtener mayoría absoluta en la primera vuelta. Y ¿por qué no Velasco? Nada importante lo diferencia de la Alianza, y no le faltan deseos de ascender en su carrera política. En fin, el reemplazo de Longueira es la parte menos difícil del desafío que dejó su bajada. El problema para la Alianza es otro. La derecha sabe perfectamente que, con Longueira o sin él, lo más probable es que no gane las elecciones presidenciales, como lo han confesado varios de sus propios dirigentes, y reiteradas veces. Al conocerse la noticia del retiro de Longueira, sin los detalles médicos que, efectivamente, lo afectan, la primera figuración del hecho que tuvieron muchos ciudadanos comunes, fue que el candidato se retiraba por la certeza de su derrota en las elecciones presidenciales. No es así, evidentemente, porque a sabiendas que ganar es en extremo difícil, lucharía en ellas hasta el final, por su acendrada convicción política. Siempre fue uno de los más activos dirigentes de la ultra-derecha chilena, al punto de abrazar la causa del golpismo desde su primera juventud. Militó abiertamente en las pocas bases de apoyo político y social que tuvo la dictadura, en las cuales descolló como dirigente. Al igual que la plana mayor de la UDI de hoy, se cuadró con todas y cada una de las políticas de Estado que se dieron bajo el régimen dictatorial, incluidos, obviamente, el escandaloso fraude plebiscitario de 1980, la represión a los opositores y las horrendas violaciones a los derechos humanos que advinieron con ella. De modo que aceptó jugarse en la elección presidencial porque, aunque fuese difícil ganar, ello mantendría viva y activa a la alicaída y dividida derecha de hoy, en los momentos más difíciles que ha vivido desde el fin de la dictadura, hecho debido al natural desgaste interno de décadas y a la espectacular alza de la candidatura de Bachelet. Para Longueira, como lo dijo él mismo en repetidas oportunidades, lo más importante para la derecha era mantenerse unida, y, desde luego, una lucha electoral sirve bien ese objetivo. La vida, sin embargo, determinaría otra cosa para el hasta anteayer la primera figura nacional de la Alianza. El enorme esfuerzo por ganar las primarias se dio en el marco de tensionantes desencuentros con RN, y, repito, en un clima de desconfianza en la victoria final en noviembre. Imposible engañarse. Si por las encuestas, la derecha estaba convencida que Piñera ganaría las elecciones presidenciales de 2009, hoy, por eso y mucho más, no puede ignorar que las próximas las ganará Bachelet, o que, por lo menos, es muy difícil que ocurra lo contrario. Para Pablo Longueira, a esos agitados avatares, vino a sumarse la angustia de ver a uno de sus hijos, de sólo16 años, padeciendo un severo cáncer, lo que finalmente vino a terminar con su resistencia psíquica. En fin, Longueira se ha ido, y lo que viene ahora es, simplemente, su reemplazo, por uno, dos o tres candidatos de su línea.

miércoles, 10 de julio de 2013

REFORMAS AL SISTEMA BINOMINAL DE ELECCIONES

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO “EL LONGINO”. 12 / 07/ 2013. A un acuerdo sobre reformas al sistema binominal de elecciones llegaron los dirigentes más importantes de Renovación Nacional (RN) encabezados por Carlos Larraín, y la Concertación. A esta última no la llamo “Nueva Mayoría” porque el PC, el MAS, y un parte de la IC, que en los hechos, hoy la integran, se desayunaron con la noticia, al igual que la totalidad de la UDI, buena parte de RN, la ciudadanía entera y el propio gobierno. La forma en que se llegó a este acuerdo, tan sorpresiva como subrepticia, revela, una vez más, el tono cupular y ajeno a la participación popular en la gestión política con que trabaja la clase política en Chile. En efecto, a la ciudadanía nadie le ha preguntado, ni antes ni ahora, si quiere reformas al sistema binominal o si quiere sustituirlo por el proporcional, que rige en todo el mundo. Se recaban acuerdos entre gallos y medianoche bajo el giro de la ya vieja máquina de “la política de los acuerdos” (entre la derecha y la Concertación, nada más), sin que nadie alcance a decir “esta boca es mía” sobre ellos. Hay personas que piensan ingenuamente que con este acuerdo el sistema binominal de elecciones vigente va camino a la extinción. No es así, sino lo contrario; lo perfecciona y refuerza. Veamos: El actual orden constitucional chileno se diseñó para no ser cambiado, a menos que sus autores, la derecha que gobernó en dictadura, lo quiera. Para ello, la Constitución estipuló tres expedientes: primero, los altos quora calificados, que prácticamente obligan a los partidos que quieran cambiar las cosas a doblar a sus autores en dos tercios de las circunscripciones en todo el país; segundo, el sistema binominal de elecciones que confina al país artificialmente a un eterno empate político en los marcos del orden vigente; tercero, el Tribunal Constitucional, que, destinado históricamente a dirimir controversias en torno al orden constitucional, fue re-diseñado en 1980 de tal modo que tuviera siempre una orientación política afín a la derecha. El actual acuerdo no cambia el sistema de binominal a proporcional. En lo sustancial, apenas da alguna cabida a partidos pequeños (mientras lo sean, por supuesto) a la posibilidad de ampliar el número de parlamentarios sobre la base del redistritaje. Dijo anteayer el senador Francisco Chahuán, de RN: “Con esto bloqueamos la puerta y apagamos las voces populistas que quieren una Asamblea Constituyente.” ¡Bingo! Entonces, ya sabemos la razón por qué ahora la derecha se abre a tibios cambios en el sistema binominal de elecciones, los mismos que sus consocios políticos de la Concertación les habían propuesto en el pasado. Chahuán, que habla por sus correligionarios, estigmatiza la convocatoria a la Asamblea Constituyente, con el desprecio y desparpajo típico de quien no cree en la verdadera democracia. Piensan que con el acuerdito de marras disminuirá el ímpetu con que la gran masa ciudadana está exigiendo la convocatoria a una Asamblea Constituyente, el expediente internacional y normal para fijar cualquier tipo de orden constitucional. En los hechos reales, que es lo único que cuenta si se habla de la conducta humana, la derecha no quiere una nueva constitución que refleje libremente la soberanía popular, ni instalar en Chile el sistema proporcional de elecciones. Por su parte, la Concertación, sólo ha propuesto cambios en él, no su eliminación. Tales propuestas se repiten ahora, y siempre fueron rechazadas por la derecha. Ya en1992, Aylwin envió al Parlamento un proyecto de ley que proponía ampliar el Senado y también la Cámara de Diputados; después, Frei constituyó en 1995 una comisión técnica que redactó un informe con varias propuestas de redistritaje; lo mismo ocurrió en 2005, cuando Lagos propuso eliminar el número fijo de 120 diputados; la ex – presidenta Bachelet formó una comisión para estudiar modificaciones al sistema binominal, e invitó a la derecha a participar en ella, invitación que ésta declinó. El único hito derechista que se recuerda en torno al tema, fue la propuesta de RN en 2005 de ampliar a 10 los cupos adicionales de diputados, mediante un mecanismo proporcional que contemplaba dos cupos parlamentarios para cada partido que obtuviera más del 7% de los votos a nivel nacional (a diferencia de la propuesta anterior de la Concertación de un 5%). Ésta débil propuesta no prosperó porque a ella se opuso la UDI. La actual propuesta (que podría aprobarse con los votos de Nueva Mayoría y parte de la derecha) implica aumentar el número de diputados de 120 a 150, y 36 a 48 el de los senadores, más otras reformas sobre financiamiento de los partidos políticos, límites a la re-elección de los parlamentarios, y la elección de 8 senadores “nacionales.” Finalmente, nuestros patrióticos honorables se rebajarían sus sueldos (calculo de aproximadamente de unos quince millones mensuales que ahora ganan, a unos diez), para que el acuerdo no signifique nuevos gastos. En fin, nada nuevo ni realmente importante.

miércoles, 3 de julio de 2013

LO MÁS RELEVANTE DE LAS PRIMARIAS.

Prof. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO. 05 / 07 / 2013. Es cosa de lógica. La validez de los fenómenos sociales masivos, sean tele-audiciones, eventos deportivos, encuestas o elecciones, sólo se mide sobre la base de la masividad de quienes participan en ellos. Extraña, entonces, que se siga con el mendaz relato que las recientes elecciones primarias fueron un éxito. No fue así, y a tal punto, que ni siquiera la propia autora y mayor protagonista del evento, la clase política institucional chilena, pensaba que lo sería, puesto que su cálculo siempre fue que votaría, a lo más, un décimo del electorado. ¡Vaya éxito, un décimo se transformó en un quinto! Otra de las falacias que se han propalado con la complicidad de buena parte de los medios de comunicación, es que la votación fue exitosa en tanto se la compare con las primarias o comicios pre-eleccionarios de otros países, confiando en que el grueso de la gente no se va a poner averiguar bien las cosas. Pues, yo no. Comparé bien cifras y reitero lo que afirmo. Si se compara la votación del domingo con lo que normalmente ocurre en los países donde hay primarias o comicios pre-eleccionarios (convenciones, "caucuses" estadounidenses, etc.) y, además, hay voto voluntario, no hay ninguna duda que la primaria chilena fue un fracaso. Por problemas de espacio, sólo me remitiré a Estados Unidos, el caso típico de un país de primarias y voto voluntario. Salvo en 1948, con un 48%, nunca en una primaria estadounidense la votación fue menor que un 50%, y las cifras llegan a mucho más en las elecciones generales, hasta un mínimo promedio de 65% en los últimos años. Y ni hablar de muchos otros países de voto voluntario, como Japón, Rusia, Alemania, Francia, o Inglaterra, en que la participación ciudadana en todo tipo de elecciones (incluyendo múltiples plebiscitos, inexistentes en nuestra legislación) es aun mayor. Vamos ahora a las “felices” primarias chilenas del domingo. El actual padrón electoral chileno es de 13.106.544 electores. Escrutado el 99% de los votos emitidos, votaron 3.007.687 personas; es decir, sólo poco más de la quinta parte del padrón (22.9%). Estrictamente hablando, esta cifra es menor, pues no tomo en cuenta los votos nulos y blancos, que implican en su mayor parte un rechazo a los candidatos y al acto eleccionario mismo. Hay más todavía. Rara vez en una elección, el porcentaje en el total de votantes que son militantes de los partidos políticos es alto. Estas personas, obviamente, se obligan naturalmente a votar, lo que, en efecto, ocurrió el domingo pasado. Votó prácticamente la totalidad de ellos; es decir el “voto duro” (661.129 personas), lo que indica no sólo la existencia de acarreos al por mayor, sino el hecho que la participación de la ciudadanía fue aun más escasa, puesto que ella es mayoritariamente independiente. En suma, en las primarias no votó el 80% del electorado, y una vez más, no tuvieron derecho a votar los cientos de miles de chilenos que viven en el exterior, tal como lo ordenan las antidemocráticas leyes chilenas en materia de elecciones. Díganme, ¿es eso un “éxito”? Avancemos un análisis para noviembre. Estimo que en las elecciones presidenciales votarán más electores que el domingo pasado. A mi juicio, incluso, se superará el promedio de todas las elecciones de la última década, que acusan apenas una participación de alrededor de un tercio del electorado. Ello se deberá al fenómeno más relevante surgido de estas primarias, el alzamiento de Michelle Bachelet como un caudillo popular, rayano en lo mesiánico, que ha comenzado a encarnar, en su sola persona, las aspiraciones de justicia social de la mayoría del pueblo chileno. Lo quiera ella o no, así es. Su figura, en verdad, ya no es partidista, por una razón muy simple: la gente, masivamente, ya perdió el respeto por los políticos profesionales y sus partidos. En un 80% no creyó en las primarias, un nuevo invento de la clase política por validarse, y los que fueron a votar, lo hicieron para decir, “queremos a Michelle, y no a ustedes.” Esto es penoso, por cierto, porque las democracias valen según el prestigio que tengan los partidos y sus dirigentes. Bachelet, en virtud de la tremenda adhesión popular que tiene, que irá paulatinamente in crescendo, bien podría, por sí sola, sin adláteres de partido ni consejeros de palacio a su oído, impulsar la constitución de una Asamblea Constituyente que dé fin a la constitución política-fraude vigente y la vuelta del país a un Estado tan justo con todos como poderoso. Un típico caudillo fue el general Carlos Ibáñez, que ganó por mayoría absoluta las elecciones presidenciales de 1952. Ibáñez fue oficialmente el candidato del Partido Socialista Popular de entonces (que era realmente de izquierda), pero, luego de su triunfo, Ibáñez exoneró a los socialistas de su gobierno y terminó sosteniendo el sistema capitalista imperante. Ahora, sólo la socialista Bachelet, con la gran adhesión popular que concita, y que será aun mayor en noviembre, sabe si no será un nuevo Ibáñez.