miércoles, 26 de febrero de 2014

LA MUJER DEL CÉSAR….

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 28 /02 / 2014. “La mujer del César no sólo debe ser honrada; sino, además, parecerlo.” Estas palabras, pronunciadas por el estadista romano Julio César son las que universalmente reflejan la necesidad de defender a toda prueba y costo la buena imagen y dignidad de quien ejerce un cargo político. Su imagen de rectitud y probidad es el más acerado escudo contra adversarios que bien pueden recurrir a cualesquiera expedientes para hacer añicos su figura. Se recordará la anécdota: César, en el año 62 a. C., fue elegido Pontifex Maximus, un cargo de Estado entre religioso y político. Una de sus tareas, era precisamente velar por la moral pública. En el oficio religioso llamado Bona Dea (Buena Diosa), celebrado cada diciembre, debían participar sólo mujeres, y de ellas, dos tipos, jóvenes vírgenes de Roma y las esposas de los dignatarios superiores del Estado. Con el evidente ánimo de perjudicar a César en su ascendente carrera política, un enemigo suyo, Publio Clodio Pulcro, se escabulló disfrazado de mujer en el templo en que se celebraba el rito, e hizo tocaciones obscenas a Pompeya Sila, la esposa de César. El sacrilegio fue un escándalo, y aunque César sabía que su mujer era inocente, lo que declaró públicamente, se divorció de ella. Este ejemplo de cuidado de imagen pública -llevado, por supuesto, al extremo- ha sido seguido por siglos, de una u otra forma, por políticos y estadistas de todos los colores, en circunstancias diversas. Por ejemplo, cuando la actual Reina de Holanda iba a casarse, poco después de asumir el reinado, estalló un notición que conmovió al mundo. La reina era hija de un noble que había trabajado -desde luego, por la fuerza- para los alemanes durante la ocupación nazi. El parlamento holandés exigió a la joven reina una declaración pública en que dejaba en claro que ella no tenía nada que ver con los actos de su progenitor, y, además se prohibió a su padre asistir a la boda. Aunque suene a dureza, eso es un ejemplo de ética pública. ¿A qué viene todo esto?, dirán ustedes. Pues, a que en Chile la imagen pública de los estadistas y funcionarios de Estado no se toma en cuenta para nada. Recuérdense los bochornosos espionajes telefónicos protagonizados por Evelyn Matthei y Piñera, o las oscuras andanzas de éste en el Banco de Talca. ¿Y ahora? Michelle Bachelet demoró semanas en recusar la nominación a ministro de un acosador sexual cuya culpabilidad fue acreditada por la justicia. ¡Y Bachelet fue nada menos que la jefa de ONU-Mujer, la entidad suprema mundial que vela por los derechos y dignidad de las mujeres! Otra vacilación ocurrió con un nominado que tenía a su haber una serie de cargos económicos totalmente probados, y en Iquique, asumirá como intendente una persona que bien puede ser inocente de los cargos de falta a la probidad pública que se le han hecho, pero ocurre la “pequeña” circunstancia que eso aún no se prueba. Para rematar, acaba de ser confirmada como futura subsecretaria de Defensa una mujer cuyo padre fue, probadamente, un torturador y abusador de mujeres (puede leerse violador) detenidas en plena dictadura. ¿Por qué no se le exigió, aunque ella sea inocente, que actuara como la reina de Holanda? Mal, muy mal en la forma en que comenzará en unos días el nuevo gobierno. Por su bien, y por la confianza y respeto que la buena imagen que los funcionarios de gobierno siempre infunden en el pueblo, es de esperar que pronto empiece a preocuparse de tenerla en cuenta.

martes, 18 de febrero de 2014

LA CAUSA MAPUCHE

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 21 / 02 / 2014. En Iquique, la prensa escrita, visual y hablada le ha dado gran cobertura al “gallito” que todavía protagonizan los dos parlamentarios que tiene Nueva Mayoría (NM) en la región por la nominación del futuro intendente, y a la división en sus filas que tal hecho ha producido. El asunto tiene su importancia, pero mirado en perspectiva nacional, y mucho más internacional, no es más que un incidente. En Chile, los medios de comunicación de masas, por cierto, no prestan debida atención a temas que por su dramatismo realmente la merecen y el Estado tampoco fomenta su discusión y trato público, con el fin, desde luego, de resolverlos debidamente. Uno de ellos es la vieja causa mapuche, que ya es relato de la prensa mundial y de los organismos internacionales que se ocupan de los problemas de los pueblos originarios y de Derechos Humanos. En estos precisos instantes, Chile está en tela de juicio. La verdad sea dicha, hoy no existe país, salvo Chile, en que una etnia completa esté siendo tan brutalmente atropellada en sus derechos, en tanto tal. La zona en que se concentra la flor del pueblo araucano está ocupada militarmente desde hace ya varios años, sobre todo en sus regiones limítrofes, a las que los hijos de Lautaro han debido marchar luego que les fueran usurpadas sus tierras. ¡Con qué orgullo cuando niños oíamos de nuestros maestros los heroicos episodios de la guerra patria que protagonizó ese pueblo en defensa de su tierra y su libertad, guerra que como pocas en el mundo se extendió por más de tres siglos! Lo que está ocurriendo en la Araucanía no puede ser más grave. Los mapuches se han organizado con el objetivo único de recuperar lo que indiscutiblemente es suyo, y, una buena parte de sus jóvenes han resuelto re-editar la antigua guerra de Arauco. Digámoslo con claridad: un enfrentamiento armado está teniendo lugar en nuestras propias narices, entre un pueblo aplastado y el Estado de Chile. Ese pueblo es, desde el punto de vista de la Sociología y la Antropología modernas una “minoría nacional,” o una “nacionalidad subyacente,” como la llaman algunos cientistas sociales, y debe ser respetado. Es un pueblo distinto a nosotros. Amante de la libertad, nunca admitió ser absorbido por la cultura nuestra, conocida comúnmente como “occidental.” Tiene un idioma, religión y modos diarios de vida propios. Poseyó tierras que les fueron reconocidas, primero, por los patriotas de la Independencia, y luego, constitucionalmente por nuestros primeros gobernantes. Pues bien, esas tierras les fueron usurpadas. Como muchos mapuches se quedaron firmes en ellas, se los masacró o expulsó por la fuerza. Las cosas no han cambiado. En nuestros días, si resisten el despojo y el maltrato, son “terroristas.” En fin, el Estado chileno, de modo sistemático, a lo largo de los años, ha venido elaborando estrategias de guerra a las que los mapuches simplemente han empezado a responder. Una de ellas, se resume en esta noticia de prensa: “En el Tribunal de Angol, Raúl Castro Antipán reconoció haber realizado atentados incendiarios y otras acciones que la magistratura calificó como terroristas.” Pues bien, el tal Raúl Castro es un individuo experto en bombas y armas incendiarias que pertenece a la Dirección de Inteligencia Policial de Carabineros. ¿Cuántos más de estos “terroristas” no han sido sino agentes infiltrados de la policía? Es urgente dar solución al grave problema mapuche. De otro modo, la ira de ese pueblo no podrá ser contenida jamás, aunque en ello, les vaya el exterminio.

miércoles, 12 de febrero de 2014

DEMOCRACIA Y EL GOBIERNO DE LOS MEJORES

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 14 / O2 / 2014. En el siglo V a. C., el filósofo Platón era enemigo de la democracia. Sostenía que ella daba amplio espacio a los demagogos, capaces de conducir al pueblo a los mayores desastres. Para él, la democracia no aseguraba el advenimiento de los mejores al poder político, cual debía ser la enseña máxima de un buen gobierno. Proponía que el Estado fuese dirigido por los más sabios (los filósofos), obviamente elegidos de entre ellos mismos. Su discípulo, Aristóteles de Estagira, contrariamente a su maestro, era partidario de la democracia, observando que en razón de la condición humana, en el poder los sabios dejan de ser tales y se transforman en los peores déspotas y corruptos gobernantes. El Estagirita, además, sostenía que la única forma de sostener y cuidar la democracia era que un pueblo culto cívicamente eligiera a sus gobernantes, por voto obligatorio, secreto, limpio e informado. Por supuesto, según él, la cultura cívica sólo podía garantizarla una buena Educación, a partir de la primera infancia. Era Platón quien estaba equivocado. En Atenas, habida cuenta de las limitaciones de la época, la educación de los ciudadanos era, en general, universal y buena, lo que explica por qué los gobernantes elegidos fueron inteligentes y probos, lo que llevó a los antiguos griegos al culmen del Humanismo. Pues bien, en Chile no tenemos la democracia a que hacía referencia Aristóteles. Nuestra cultura cívica es pobre porque el Estado, vía nuestra Educación, no le da la importancia que tiene, además de ser clasista y escasa en recursos. Para rematar, el sistema de elección de quienes hacen las leyes del país es tramposo y falaz. Tenemos un sistema constitucional que fue impuesto al país bajo dictadura, y, por lo tanto, refleja sólo el cuadro ideológico de su autora, la derecha; es decir, el sistema binominal de elecciones fue construido con el exclusivo propósito de eternizarla en el poder. Resultado final: una baja cultura cívica y el sistema de cómo elegir a las autoridades es lo que ha hecho de nuestra antigua democracia un remedo de tal, lo que nos tiene al borde del colapso moral y social. Los partidos mayores son inactivos, y en ellos manda un minúsculo hato de caciques. Reparten las “pegas” de gobierno, lo que no se hace prioritariamente sobre bases profesionales y de probidad, sino sólo sobre cuán leales se les sea. Por una parte, hoy los partidos de Nueva Mayoría se debaten en riñas intestinas precisamente sobre las malas designaciones hechas por los caudillos partidócratas; y por otra, el gobierno de derecha saliente, a última hora, se ha puesto a repartir “pegas” en la administración pública a sus perdedores en las elecciones pasadas. Anoten: por lo menos unos 20 candidatos de la Alianza que perdieron en las últimas elecciones al Parlamento fueron contratados en cargos de gobierno en calidad de “asesores.” Por cierto, esta “movida” trasunta corrupción política pura, porque los cargos repartidos son inútiles (hasta ahora no existían), y los sueldos mensuales –que pagamos nosotros- no son “reguleques,” sino millonarios (el detalle de esta maniobra puede verse en www.portalnet.cl). De este modo, los jefes de las dos coaliciones mayores, mantienen viva y activa a su inmutable red de leales. Esto sólo puede terminar con una nueva Constitución Política, que garantice transparencia y limpieza en todos los niveles de la vida social. Sin embargo, a quien corresponde ahora la posibilidad de hacerlo, Nueva Mayoría, hasta ahora no se manifiesta por convocar al pueblo a la elección de una Asamblea Constituyente que someta a consideración del pueblo una constitución que realmente refleje su soberanía.

viernes, 7 de febrero de 2014

¿QUIÉN ELIGE (REALMENTE) A LOS FUNCIONARIOS DE GOBIERNO?

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 07 /02/ 2014. En una democracia presidencial, como oficialmente se da en definir nuestro sistema de gobierno, es el Presidente de la República quien designa a los funcionarios que se desempeñarán bajo su égida. Sin embargo, es imposible que lo haga en solitario. Ni siquiera el más autocrático de los dictadores podría hacerlo. De ahí la necesidad absoluta de la existencia de los partidos políticos, con los cuales el jefe de Estado necesariamente debe gobernar. Vale decir, en el devenir político de una democracia, le cabe gran responsabilidad a los partidos, unos en el gobierno y otros en la oposición. Esta verdad, conlleva otra de crucial importancia, cual es la calidad que deben tener los partidos políticos. Deben, ineludiblemente, si son serios, tener la capacidad de convocar y atraer a sus filas a la mayor parte posible de la ciudadanía, de asegurar a sus militantes las mejores oportunidades de participar activa y democráticamente en ellos, desde la base hasta los cargos dirigentes. En suma, las democracias funcionan bien cuando los partidos, además de masivos, son participativos, creativos y serios, y cuando sus dirigentes son personas probas y capaces que garanticen esa calidad. Evidentemente, Chile dista mucho de poseer tal tipo de partidos. De partida, en éstos la mayor parte de la militancia es inactiva; por lo tanto, quienes mandan en ellos son sus dirigentes, comandados, a su vez, por unos pocos caudillos, quienes, precisamente, son los únicos que acceden a los cargos superiores de dirección y de poder de Estado. Se desprende por lo señalado más arriba, que Michelle Bachelet no podía decidir ella sola quienes serían sus intendentes, subsecretarios ministeriales, seremis, gobernadores y demás cargos menores, de modo que debió encargar a los partidos de Nueva Mayoría (NM), i.e., la coalición de su gobierno, que propusieran los mejores nombres, tras acuerdos sobre cuotas, cuestión lógica y natural en cualquier democracia del mundo. Desde luego, eso, en gran medida, no sucedió. Entre varios casos, se nominó como Subsecretaria de Educación a la DC Claudia Peirano (por su bien renunció al cargo), quien en los hechos siempre estuvo involucrada en la defensa del actual status privatista educacional chileno, contrario al programa del nuevo gobierno. Asimismo, a Miguel Moreno como subsecretario de Bienes Nacionales, individuo que fue condenado a pagar una multa por acoso sexual en el Metro de Santiago. Este caso no puede ser más insólito, si se trata del prestigio de la Presidenta. Se recordará que ella, en marzo de 2007, en ocasión de la celebración del Día Mundial de la Mujer, prometió en un emotivo discurso la más severa persecución a los acosadores sexuales del Metro… y hoy, firma la nominación de uno de ellos. También se nominó a Mitchel Cartes como Intendente de Tarapacá, que tiene muy peliagudos sumarios pendientes. ¿Por qué fueron elegidas estas personas, y por qué esta tozudez en mantener sus candidaturas? ¿Son únicas, imprescindibles? ¿No hay más personas en NM cuya probidad y capacidad sean indiscutibles? En cuanto a Cartes, los partidos menores de NM en Iquique, oficial y públicamente han declarado que la designación fue inconsulta, y acusan al senador Rossi como quien, por su cuenta, decidió la nominación; es decir, como un dictador y, por añadidura, único responsable del desaguisado. Todo esto, además de haber puesto en dura confrontación a los dos parlamentarios de NM en Tarapacá (el diputado comunista Hugo Gutiérrez encabeza la protesta contra la designación Cartes) revela que NM ha partido ostensiblemente desunida en la región, ajena a criterios transparentes y colectivos en lo referido al trabajo y las decisiones a tomar en tanto coalición política.