jueves, 24 de marzo de 2016

LA QUEMA DE JUDAS.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 25 /03/ 2016. En años anteriores, y por estos mismos días de Semana Santa, hice referencia a la "Quema de Judas," un espectáculo que en Iquique sus organizadores exhiben como la preservación de una amable tradición iquiqueña. Noto, para empezar, que cada vez estas personas son menos del grupo de los antiguos iquiqueños que vamos quedando, porque, evidentemente, desconocen mucho del origen e historia de este show, pues recientemente han dado datos a la prensa local que son definitivamente incompletos y falsos. La Quema de Judas se inició al inicio de la década de los 40 y desapareció por completo a mediados de la década posterior. Mientras tuvo lugar, y desde su reposición hace algunos años, la cantidad de accidentes que provocó bastaría para que se suspendiera definitivamente, sobre todo en el caso de los niños, que se queman las manos en busca de las monedas que caen ardientes mientras arde el muñeco. No obstante, a pesar de la gravedad de estos incidentes, hay razones de mayor peso para que se ponga fin a este espectáculo. Para empezar, no es una tradición nuestra, si atendemos seriamente al significado del término “tradición.” Se llama así a aquello que se manifiesta de manera espontánea, anónima, continua y masiva y desde la base social. Esto no es eso, puesto que siempre ha tenido el carácter de farándula de calle, copiada de una versión anterior, y organizada por un grupo reducido de personas. Además, ni siquiera es realmente iquiqueño. Veamos: Siglos atrás, la quema de Judas era un tipo de "auto sacramental" católico, obviamente traído de España y Portugal, siempre acompañado de una pieza teatral sobre pasajes bíblicos. Se realizaba en toda América Latina, y su vigencia se correspondía con la muy primitiva y elemental religiosidad popular de esos tiempos. Con la Independencia, el progreso educacional y social, y la separación de la Iglesia del Estado al término del primer cuarto del siglo pasado, este acto desapareció en nuestro país. Sin embargo, un comerciante venido de Valparaíso, Jorge Muñoz Rojas, imitando a un congénere suyo también porteño, lo revivió en Iquique hace unos 70 años, pero con el único y exclusivo fin de promover su negocio, una tienda de cambalaches, “Mi Casa,” ubicada en la esquina noroeste de la calle Juan Martínez, en la intersección con Zegers. Cuando niño, mi familia era vecina de ese barrio, y recuerdo muy bien lo que entonces vi allí siendo pequeño, muchos Sábados Santos. Por ejemplo, recuerdo que mientras el monigote pendía de cuatro cables de acero sujetos a las esquinas de ese cruce de calles, la esposa e hijas de Muñoz Rojas repartían volantes entre las personas que iban al espectáculo: "Compre bueno y barato en Mi Casa… También le compramos a usted lo que no le sirve…”, etc. Mientras esas mujeres hacían lo suyo, un hijo de Muñoz Rojas, con la ayuda de un anciano que era dependiente y bodeguero de la tienda, lanzaba desde el techo de ella unos globos de papel de seda con las letras MI CASA. Los globos remontaban el cielo de Iquique impulsados por una tea encendida en su interior, así que podrán imaginar el pavor de los vecinos en una época en que virtualmente toda la construcción iquiqueña era de madera, y el agua estaba racionada en toda la ciudad. Mientras la familia del dueño de "Mi Casa" trabajaba en la promoción del negocio cambalachero, Muñoz repartía “cañas” de vino desde una ventana que daba a la calle Zegers. El hijo de Muñoz, finalmente, encendía el monigote. Terminado el espectáculo, mientras la gente abandonaba el lugar, un carretero, de esos de carreta y burro del viejo Iquique, cargaba su carreta con borrachos y los iba literalmente a tirar no lejos de allí, a la polvorienta calle Juan Fernández con la aun más terrosa calle Latorre, luego de recibir una propina de Muñoz. Unos años después se instaló en la calle Zegers con la calle Tacna (hoy Obispo Labbé) un negocio del mismo tipo, “Las Cachás Grandes,” pero que nada pudo hacer con la competencia que ofrecía “Mi Casa.” Al desaparecer “Las Cachás Grandes,” la gente empezó a llamar a la tienda de Muñoz, y a él mismo, “los cachos grandes,” lo que a Muñoz, por supuesto no le agradaba nada. La quema de Judas no se realizaba todos los años, y desapareció en 1955, cuando el negocio declinó, hasta desaparecer. Pero vamos a la parte realmente seria del asunto. En cuanto a su fondo, que es, por supuesto, religioso, es realmente muy extraño que la Iglesia Católica no se pronunciara antes ni hoy sobre este espectáculo, a pesar que muchos católicos lo reprueban, y con toda razón. Desde aproximadamente el Siglo VII, se realizaba en todos los países cristianos, y siguió hasta no hace mucho, en algunos del Mediterráneo. Hoy en día, su transformación y en muchos casos su desaparición, da cuenta de un fenómeno muy importante para el mundo cristiano, cual es la modernización y humanización de las expresiones religiosas cristianas. La “Quema de Judas,” es, en verdad, un rito completamente obsoleto. En España pervivió por más tiempo, en razón de la conquista musulmana de la península ibérica, que hacía de este acto, entre muchos otros, un rito de reafirmación de la identidad cultural y nacionalidad hispanas. España, convertida en la primera potencia del mundo occidental entre los siglos XV y XVIII, la impuso en toda Europa, con Inquisición y todo, en cuyo marco, a veces, en lugar de quemar un monigote que representaría a Judas, se quemaba vivas a personas consideradas herejes, i. e., enemigas de la fe. Normalmente, como cuenta Giovanni Papini en su genial obra "Espía del Mundo," mientras se quemaba a personas, o más tarde un muñeco, se lanzaban a una hoguera siete animales vivos que representaban los siete pecados capitales: un cerdo, la gula; un gato, la pereza; un asno, la lujuria, etc. Los tiempos, felizmente, terminaron con esa atroz barbarie, y para siempre. La “quema de Judas,” en el tono que se le da en Iquique, ya no se realiza en ninguna parte. Si bien esto aún ocurre en unos muy pocos pueblos del Mediterráneo, tiene una connotación jocosa. En España, por ejemplo, al muñeco no se lo quema, en clara alusión a la repulsa que causa el recuerdo de la Inquisición, sino que se lo apedrea o mantea hasta destrozarlo. Esto, porque, al fin y al cabo, aunque se trate de un monigote de pacotilla, representa un ser humano. Los tiempos, por cierto, han cambiado, y mucho. Hoy, cuando cada persona tiene la libertad de estudiar, investigar, pensar lo que le plazca y sacar sus propias conclusiones en cualesquiera asuntos, incluida la religión, lo que muchos aún llaman la "traición de Judas," está en severo entredicho teológico. Desde la perspectiva propiamente religiosa, Judas Iscariote no hizo más que cumplir un rol que alguien debía forzosamente cumplir, como parte del designio divino que el Hijo del Hombre debía morir y resucitar para la salvación de la Humanidad; y lo más importante, que se suicidó porque, lógicamente, se sintió atormentado y arrepentido de su acto, lo que, a la luz de la propia doctrina cristiana del perdón, lo redime para siempre. Por otra parte, desde la perspectiva laica histórico-sociológica (asumiendo que el Nazareno realmente existió), bien pudo ser que Judas entregó a Jesús por el ansia de Judas de liberar al pueblo judío de la dominación romana, y con ello, por la desconfianza que tenía en el método pacifista de vida propagado en su prédica. Así que, no gracias, a esta quema simbólica, o en juego, de un ser humano, y en fin, esperemos que alguna vez se acabe para siempre este morboso acto que sólo nos desprestigia como ciudad. Nos sobran otras tradiciones que conservar, y que,además, son más humanas y verdaderamente nuestras.

martes, 22 de marzo de 2016

DESMUNICIPALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR.

PROF. DR. HAROLDO QUINTEROS. 22/ 03/ 2016. Hace unos días, el senador Rossi llamó al alcalde Soria a entregar la educación municipal al gobierno, debido, según sus palabras, al fracaso en calidad que ésta registra, a raíz de los continuos bajos resultados SIMCE en la comuna. De los dichos de Rossi, salta a la vista la ingenuidad del senador al suponer que nadie se dará cuenta que se ha acordado de la educación municipal en Iquique justo ahora cuando, por una parte, está compelido a limpiar su deteriorada imagen ética en materia política, y cuando, por otra, el alcalde Soria acaba de anunciar oficialmente que ya es candidato al Senado. En verdad, el comentario de Rossi no responde a mayor convicción en materia de educación, sino a la inveterada obsesión suya por desplazar al viejo caudillo, que si de veras llega a ser candidato al Senado, Rossi puede empezar a olvidarse definitivamente de volver a él, por lo menos en nuestra región. Eso, para empezar. Además, las palabras de Rossi revelan, una vez más, que el joven senador entiende muy poco de educación. Veamos: Primero, la calidad de la educación no sólo se mide con pruebas de conocimientos, sino también con arreglo a otras variables, entre ellas la más importante de todas, la calidad del ambiente, convivencia e interacción diaria al interior de las escuelas entre docentes y educandos, como asimismo entre la escuela y los padres, familias y tutores de los niños. Eso implica la destinación de fondos a la correcta estructuración y re-estructuración de dependencias en las escuelas, la contratación de trabajadores sociales, psicólogos y psico-pedagogos profesionales para cada establecimiento, especialmente en localidades, como Iquique, en que hay fuertes expresiones de desigualdad social, problemas de violencia y abandono de los niños al interior de muchos hogares, drogadicción, casos de suicidio juvenil, etc. A ello, hay que sumar la aplicación de ciertas estrategias metodológicas en el plano del currículo general de cada escuela, asunto que no compete a políticos, sino exclusivamente a especialistas. En segundo lugar, aun con su relativa validez evaluativa, cuestionada desde hace mucho tiempo por infinidad de expertos, SIMCE (“Sistema de Medición de la Calidad de la Educación”) no mide toda la calidad educacional, sino, a pesar de su pretencioso nombre, sólo una parte de ella, el rendimiento asignatural. Además de ciertas fallas metodológicas muy evidentes, es una prueba de tipo nacional en un país por definición diverso y heteróclito hasta la exacerbación. En Chile, desde hace mucho tiempo se viene aplicando esta prueba por igual a niños de las escuelas de Las Condes o Vitacura, como a los que asisten a las escuelitas rurales de la Araucanía o las masivas escuelas de las barriadas santiaguinas de Cerro Navia o la Legua. En verdad, lo que más refleja SIMCE son las agudas diferencias de clases que hay en Chile, y con ello, respalda la acusación de la OCDE contra nuestra educación escolar, en el sentido que su calidad está “directamente asociada al ingreso familiar.” Obviamente, pruebas como SIMCE no existen, en absoluto, en países que exhiben buenos niveles educacionales. En los demás, si existen, son descentralizadas y muy acotadas a contenidos regionales. La educación escolar es de administración municipal en todos los países de democracia avanzada del mundo, y, por lo tanto, decididamente descentralizada. Es lo que Rossi debiera propugnar, como miembro de un partido político que, por lo menos en la letra, es democrático y de izquierda. La municipalización de la educación no es más que una expresión del particular orden democrático y participativo que los países de buen desarrollo educacional se han dado. Su sentido y pilar es la participación del pueblo en la educación de las jóvenes generaciones, que sólo puede partir desde la primera instancia de la democracia, la comuna. En los países en que la educación es municipalizada, existen los “consejos comunales educacionales,” cuyos dirigentes son elegidos en elecciones populares. Por lo tanto, a contracorriente de la probada eficacia internacional que exhibe la municipalización en democracia, el actual gobierno de Chile está cometiendo un muy serio error, quizás el más grave de toda su gestión, al decretar la desmunicipalización de la Educación, en lugar de mejorar el actual sistema municipal. Para que no reclamáramos quienes, modestamente, entendemos de Educación, el decreto desmunicipalizador del gobierno viene, efectivamente, con los “consejos locales educacionales,” pero curiosamente hasta hoy, tal capítulo de la propuesta ni siquiera se ha discutido, ni formulado sus alcances en ningún punto ni materia; menos aun ha sido discutido en instancia alguna. Ni siquiera sabemos si se ha redactado o se está redactando. …………………………………………………………. PROF. DR. HAROLDO QUINTEROS. 22/ 03/ 2016. DESMUNICIPALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR. (Segunda parte) Lo más divertido de la propuesta desmunicipalizadora del gobierno es que ella podría contar con el respaldo de la derecha, la misma que hizo todo lo contrario, pero en dictadura. Con respecto a la “municipalización” en dictadura, el dato mayor de la causa es que el traspaso de las escuelas y liceos públicos a las municipalidades en Chile no tuvo origen ni basamento democráticos; vale decir, fue nada más que una de las tantas medidas autocráticas de la dictadura cívico-militar de derecha que acabó con nuestra antigua democracia. Según rezaba la propaganda dictatorial de la época, la única permitida, la municipalización era signo que Chile estaba “aprendiendo” de los países de excelencia en materia de educación. Sin embargo, la dictadura se hacía la desentendida del hecho que todos esos países eran democráticos, que en ninguno de ellos existían las descomunales desigualdades sociales que se multiplicaron exponencialmente en razón de la imposición del modelo social y económico que advino con ella, y que aún perviven en nuestros días. Finalmente, en su propaganda la dictadura jamás mencionó los consejos locales educacionales, cuya constitución es inexorablemente inherente al modelo municipalizador. Por ello es que el traspaso de la educación escolar desde el Estado a las municipalidades no era sincero ni podía ser efectivo. Además de todos los abusos que se cometieron en materia laboral, profesional y humana con nuestros maestros, la municipalización, a diferencia del modelo democrático de municipalización, sólo se confinó a la educación pública; tampoco se hizo algún distingo medianamente serio entre los municipios con mayor capacidad de financiamiento y los más pobres; los alcaldes de la época eran exclusivamente personajes de derecha designados desde el Ministerio del Interior, y a su vez, ellos designaban a los directores de las escuelas, y, bueno, mejor paro de contar. Aquello, recto verso, no era municipalización de la educación, como se quiso hacer creer al pueblo de Chile; sino una forma de control ideológico-político sobre los docentes, los asistentes de la educación de la época, los alumnos de los cursos mayores de la educación secundaria, sus hogares y la sociedad toda. El gremio de los profesores (el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación, SUTE) ya estaba disuelto, con muchos de sus antiguos dirigentes presos o asesinados. Lo peor de toda esta comedia es que la municipalización hecha en dictadura sigue casi invariable hasta hoy. Los municipios aún observan desiguales competencias técnicas para su administración; ante la ausencia de consejos comunales educacionales, los alcaldes siguen siendo pequeños señores feudales que pueden hacer lo que se les venga en gana en la administración de la educación local, como, por ejemplo, en cuanto la contratación de personal, en la que, como sabemos, demasiadas veces priman los intereses político-partidistas y el nepotismo por sobre las capacidades profesionales; las áreas educacionales de los municipios del país no se conocen entre sí, lo que hace difícil planear acciones regionales conjuntas; existen municipios al borde de la quiebra, con tan serios problemas de financiamiento, que ni siquiera pueden solventar el pago de imposiciones de docentes y asistentes de la educación. En este caos, entre otras barbaridades, como efecto de sus crujías económicas, en muchos municipios ha habido malversación de los recursos provenientes de la Ley de Subvención Escolar Preferencial (SEP), dictada exclusivamente para el mejoramiento de la educación en las escuelas que atienden a los niños provenientes de las familias pobres. A todo esto, también hay que agregar el hecho que hay alcaldes que no creen que la Educación es la más importante de las instituciones sociales, y la relegan a un plano secundario, distrayendo su atención principalmente en otras áreas. En resumen, la educación, sobre todo en nuestros tiempos de progreso de la idea democrática, de las comunicaciones y el desarrollo general de los países, no debiera, por ningún motivo, ser centralizada, y es eso lo que propugna el proyecto del gobierno. Toda la educación escolar, la pública, la privada, y la privada- subvencionada, debería ser de administración municipal, pero, por supuesto, jamás en la forma concebida e impuesta al país por la dictadura. Hoy, Chile tiene la oportunidad de asumir la municipalización de manera correcta; es decir, en un marco democrático de descentralización y regionalización. Sería así, si de este modo lo quisieran nuestros gobernantes y políticos profesionales. Volviendo a Rossi, si realmente quisiera mejorar nuestra educación escolar, no debiera confundirla con el problema senatorial que tiene con Soria, sino, abogar por frenar el proyecto de desmunicipalización en marcha. ¡Sancta simplicitas! , si se aplicara en Chile el modelo municipal correctamente, otro gallo cantaría en educación en nuestro país.

martes, 8 de marzo de 2016

DÍA DE LA MUJER.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 08/ 03/ 2016. Hoy es 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. En este día, en la prensa oral, visual y escrita abundan los panegíricos y loas a las mujeres, hasta el punto de definirlas, algunos de mis congéneres hombres, sean éstos periodistas, opinólogos y, obviamente, políticos profesionales, como seres cuasi divinos, y, desde luego, superiores a los varones. La verdad es que las mujeres no necesitan tantos piropos en este día ni en ningún otro, sino, simplemente, que en los 364 restantes del año, todos los hombres del mundo, incluidos los curas y predicadores antiguo-testamentarios fanáticos y misóginos, y, sobre todo, los hombres que han accedido al poder político, simplemente las consideren personas. Así de simple, PERSONAS. Vale decir, que tengan exactamente los mismos derechos y las mismas posibilidades de desarrollo personal de los hombres, cuestión que por siglos y siglos no ha variado sustancialmente. Como sabemos, y como lo han declarado incontables informes de organismos internacionales como la ONU, UNESCO y otros, en muchos países, incluido el nuestro, las mujeres no son respetadas a nivel social general, cuestión que indiscutiblemente es parte inherente a la cultura de la sociedad de consumo, en la que, incluso, muchas veces participan ellas mismas. Ello tiene su expresión en haber sido transformadas, desde hace mucho tiempo, en objeto de mercado sexual y de farándula (como diría Pamela Jiles, como “muñecas inflables”), y en la vida habitual, siguen siendo consideradas como un ser inferior, como “un hombre incompleto,” como decía San Agustín en el siglo V. Hoy, cuando tantas genuflexiones se hacen ante la figura de la mujer, ellas siguen teniendo en Chile y el mundo, sobre todo en la clase obrera, salarios inferiores a los de los hombres, aunque realicen la misma labor; el trabajo de la mujer en el hogar no es considerado como tal, las mujeres siguen siendo objeto de acoso sexual en el trabajo y de abuso verbal y físico en muchos hogares, sin que los acosadores ni los abusadores sean realmente sancionados; siguen marcando segunda prioridad cuando se trata de acceder a un puesto de trabajo, especialmente en las universidades y centros científicos de investigación; tampoco acceden con la debida facilidad a los cargos políticos y de poder, etc., etc. Personalmente, lo que más me impresiona es la ignorancia existente sobre el origen del Día de la Mujer. En general, algunos saben que un 8 de marzo, de algún año, hubo en algún lugar del mundo una especie de protesta en que murieron mujeres, y nada más. Para quienes no conocen bien en lo ocurrido, les cuento: En un día como hoy, en 1908, en Nueva York, Estados Unidos, las obreras de una fábrica textil protagonizaron una jornada de protesta, que tuvo un horrendo fin. Era una fábrica de vestuario, y ellas eran costureras, lavanderas y aplanchadoras. Habían planteado reiteradas veces sus demandas a sus patrones, sin ningún éxito. Sus sueldos eran mucho más bajos que los de los obreros estadounideneses; trabajaban más de 8 horas diarias sin compensación adicional alguna, aunque la jornada de las 8 horas ya era una conquista laboral conseguida por los trabajadores de Estados Unidos y de Europa varias décadas antes. Tampoco se practicaba en esta fábrica la debida mantención de las máquinas, lo que era causa de continuos accidentes. Había también otra demanda: La mayoría de esas obreras eran madres, y ellas pedían la habilitación de una sala cuna y un jardín infantil para sus hijos. Ante las negativas patronales, desesperadas, salieron a las calles en protesta, y días después declararon la huelga. De pronto, los patrones, y, en general, el sistema político imperante, inquietos por lo que estaba ocurriendo, decidieron aplastar el movimiento de aquellas mujeres. Les dijeron que estaban dispuestos a negociar, y las invitaron a una reunión en el interior del taller mayor de la fábrica. Sospechosamente, no aparecieron los patrones, sino unos representantes suyos, los que, inexplicablemente, venían acompañados de un numeroso piquete policial. Las mujeres fueron las primeras en entrar. Lo hicieron en fila y se ubicaron en asientos dispuestos en el interior. Al ingresar al recinto la última trabajadora, las puertas se cerraron abruptamente, y a los minutos sobrevino un feroz incendio. 129 trabajadoras murieron quemadas vivas o asfixiadas, al no poder escapar. Muy sugestivamente, ningún policía ni delegado patronal quedó encerrado en la fábrica. Sobrevino el juicio de rigor, y desde un comienzo las declaraciones de los sospechosos de haber causado el incendio fueron contradictorias. Como el cine y la televisión no existían, los hechos no se registraron visualmente, menos aun mientras sucedían, y, por lo tanto, era difícil probar la verdad. No obstante, siempre se supo que todo había sido una monstruosa masacre seguida por un montaje en el que se coludieron patrones, la policía, la prensa, el poder judicial y el poder político. A pesar de todo, se filtraron declaraciones de algunos policías que contaron todo. Mientras oficialmente se decía que todo había sido un “lamentable“ accidente, aquellos policías declararon días después que ellos, como asimismo varios de sus colegas, fueron obligados a encerrar a las mujeres “cumpliendo órdenes superiores,“ y que otros tantos recibieron la orden de un oficial superior de iniciar el fuego. El crimen, finalmente, quedó impune. El conflicto era social y político, puesto que al igual que la masacre de Chicago del 1 de mayo de 1856, que dio origen al Día Internacional de los Trabajadores, se trató de un episodio de confrontación entre capital y trabajo, y en estos casos, como sabemos acá y acullá, los que poseen la fuerza de las armas, las usan, si consideran que la situación es extrema. Desnudada toda la verdad, el horror que causó en el mundo esta masacre fue tal que los patrones debieron ceder a muchas de las demandas de las mujeres trabajadoras, que se alzaban organizadamente en todo el país. El propio gobierno central, algunos años después, decretó, incluso, el sufragio universal. Por extensión, y rindiendo mi más sentido homenaje a una coterránea nuestra, recordemos que demasiado tiempo después, sólo en 1949 (tanta hipocresía en Chjile, por Dios), nuestras compatriotas conquistaron ese derecho, a través de la lucha, en primera línea, de nuestra muy iquiqueña Elena Caffarena, Amanda Labarca, María de la Cruz y otras próceres chilenas de los derechos de la mujer. Empero, la brega por los derechos de nuestras madres, hermanas, esposas, hijas y amigas no ha terminado. La discriminación sexual y el machismo han perdido bastante terreno, como asimismo las posturas retrógradas ultra - conservadoras que se negaban a aceptar el divorcio, el control responsable de la maternidad, y hasta una ley de filiación. Hoy, a la zaga de todos los países desarrollados y democráticos del mundo, aún no se resuelve el tema del aborto sobre las tres causales ya conocidas; siguen las violaciones y los femicidios, todavía hay muchas fábricas y lugares de trabajo sin salas-cunas; como promedio nacional, las mujeres trabajadoras chilenas ganan un 33% menos que los hombres; etc., etc.. En fin, falta mucho por hacer. Se trata de una lucha en la que, también, todo hombre justo y digno debe participar. La brecha ya fue abierta. La abrieron, para el mundo, esas tiernas y heroicas mártires estadounidenses, aquel 8 de marzo, hace 108 años.