lunes, 7 de noviembre de 2011

OTRA VEZ LA TELETÓN

PROF. HAROLDO QUINTEROS, DIARIO 21, 10 DE NOVIEMBRE DE 2011.

OTRA VEZ LA TELETÓN

(Primera Parte)

No son pocos los chilenos que por años han venido expresando sus dudas sobre la Teletón. Si estamos de verdad en un país civilizado, que, además, se precia de democrático, las dudas en torno a ella debieran aclararse públicamente, para así terminar con toda sospecha de fraude o negociados. Hasta ahora, empero, eso no ha sucedido nunca. Por el contrario, cada vez que alguien expresa sus dudas, no faltan las acusaciones de “insensible,” “egoísta,” etc. Un poco de historia: Por supuesto, no es Mario Kreuzberger, el animador Don Francisco, quien inventó la Teletón. Fue el actor cómico estadounidense Jerry Lewis. Lo hizo hace algunas décadas, con el mismo objetivo de ayudar a los minusválidos. La palabra en inglés es “Telethon,” una ingeniosa ocurrencia de Lewis, en referencia a la voz griega “Marathon,” la carrera olímpica que evoca a Pheidippides, el joven soldado griego que tras correr unos 12 kilómetros, a la mayor velocidad humana imaginable, desde el sitio de la batalla de Marathon hasta Atenas, vino a dar la noticia a los gobernantes de Atenas de la victoria en combate sobre los invasores persas, precisamente en Marathon (Siglo V a. C.). Cuenta la leyenda que frente a los gobernantes de Atenas, Pheidippides gritó “¡Niki!! (¡Victoria!) y cayó muerto en el lugar. Bien, menos heroica que la hazaña de Pheiddipides, la Telethon de Lewis es un “maratónico” show con el fin de recolectar fondos para personas minusválidas en algunos estados del oeste de Estados Unidos. Don Francisco copió la idea, y la trajo a Chile. No obstante, hay profundas diferencias entre la Telethon y la Teletón. La primera es que Don Francisco le dio a su show un tono especialmente melodramático, circunscribiéndolo exclusivamente a niños, con un despliegue mediático sin precedentes en la historia chilena de los medios masivos de comunicación. No fue así en Estados Unidos, porque, como país más avanzado culturalmente, no se considera admisible utilizar el sufrimiento –menos aun de niños- con el objeto de conseguir fines, del tipo que sean. Otra diferencia, crucial: en este caso, es que Lewis dirigió su Telethon al grueso público en general, lo que permite la mayor transparencia en la contribución que se hace. Lewis, además, no gana un centavo con su Telethon, mientras que Don Francisco es uno de los hombres más ricos del país, en gran parte gracias a su Teletón. Así que no nos hagamos los inocentes. Sólo recordemos al alcalde UDI de las Condes, de La Maza, que acusó a Kreuzberger de maniobras “mafiosas,” una vez que el animador prefirió sospechosamente a ciertas empresas, por sobre otras para participar en el negocio de la Teletón. En realidad, la Teletón es un gran negocio empresarial, muy lejos de merecer el título de “Cruzada del Amor.” Analicemos el asunto con objetividad: Como sabemos, el Estado chileno no destina fondos suficientes para la solución del problema de los minusválidos. Además, si se hiciera una campaña o colecta como cualquiera otra para ese objetivo, no se obtendrían los fondos que se consiguen a través de la metodología de la Teletón. Entonces, hay que activar la gran maquinaria empresarial del país, que jamás se ha movido ni se moverá si no obtiene ganancias. Veamos cuán “generosas” son las empresas. Como sabemos, un tiempo antes de la jornada, muchas de ellas “entran” en la Teletón. En verdad, pujan y hasta compiten por hacerlo, por lo bueno del negocio. “¡Tenga cuenta en tal o cual banco, adhiera a tal o cual AFP, ISAPRE o empresa financiera, compre tal o cual cerveza, jabón o detergente, porque están en la Teletón, y así usted apoya a los niños minusválidos!.” El pueblo, en su candor, cree el mensaje, y compra, y vuelve a comprar (CONTINUARÁ).

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PROF. HAROLDO QUINTEROS, DIARIO 21, 17 DE NOVIEMBRE DE 2011.

OTRA VEZ LA TELETÓN

(Segunda Parte).

Llega el esperado show de la Teletón, que cubre toda la televisión chilena más la inmensa mayoría de las radios, diarios y revistas. Intervienen orquestas, cómicos, cantantes y hasta políticos que hacen sus payasadas. ¡Como se van a perder la brillante oportunidad de cazar electores! Sólo recordemos que en sus tiempos de parlamentario, Piñera, con varios colegas parlamentarios, cantó allí los “oldies” “Bienvenido Amor” y “La Pera Madura”… Y llega.. ta-ta-ta-táaan… el momento en que las empresas de la Teletón deben abrir las chequeras, y… ¿qué sucede entonces? Lo de siempre, las mega empresas que participan en la Teletón, en verdad, no han dado un centavo a los minusválidos, ¡NI UNO SOLO!, ni siquiera gastaron plata en la promoción de sus productos, previa a la jornada-show, porque les fue gratuita. Veamos: durante el período de promoción, el público consumidor, al comprar, prefirió los productos de las empresas que anunciaron formalmente su compromiso con la Teletón. Obviamente, se produjo un inusitado boom de ventas en su favor. Pues bien, que alguien responda esta pregunta: ¿quién asegura que las empresas dieron a la Teletón ese incremento adicional a sus ventas regulares? De sobra se sabe, porque la noticia se ha filtrado sostenidamente, que sólo dieron una ínfima parte de esas ganancias. Ergo, “se hicieron el pino” gracias a la Teletón; es decir, gracias a los niños minusválidos. Esto es de fácil comprobación. Muéstrese al público el cálculo del promedio de sus ganancias por mes en los dos años transcurridos desde la Teletón anterior, y luego compárese con el del los meses del período de promoción. Entonces, si vamos a creer en la generosidad las empresas, una vez establecida la diferencia, que la den completa a la Teletón, y no la suma que se les antoje dar, como así ha sido siempre. En realidad, si así fuese, no sólo es probable que se resuelvan los problemas de salud y ortopedia de los niños minusválidos, sino hasta tendríamos educación gratuita. Como no lo hacen, y no lo han hecho nunca hasta hoy, no veo por qué debe creerse que es el “amor” el leit motiv de la Teletón. Desde el punto de vista administrativo-empresarial, con la Teletón, las empresas, en una exitosa transacción netamente comercial, simplemente cobran una fantástica comisión por su rol de simple intermediario entre los consumidores y la Teletón, lo que ocultan ingeniosamente con un chequecito que entregan entre estruendosos aplausos el día del show. Vale decir, el único contribuyente a la Teletón fue el público, y nadie más. Lo triste es hasta hoy, ese mismo público no se da cuenta que regaló más dinero a las empresas que a los niños minusválidos.
El problema de la minusvalidez es tema de salud pública, y, por lo tanto, su atención debiera ser responsabilidad del Estado, haciéndose cargo directamente de él, y/u obligando a las Isapres a asumir un rol responsable en la materia. No es así, en absoluto. Entonces, viene la Teletón a llenar el vacío. Además de terminar siendo un negocio, la Teletón sirve para preservar indefinidamente en nuestro país la cultura de la limosna y no la del derecho. Hoy, cuando las reservas morales de Chile hacen agua por todos los costados, la Teletón sirve como un analgésico mecanismo compensatorio, introducido en la conciencia de la gente a través de una descomunal parafernalia mediática. Alguien me decía, “pero, sin Teletón, los niños lisiados se quedan sin ayuda.” Eso sólo refleja la incapacidad del país y del Estado de solucionar los problemas de salud de la población, a pesar que ello es posible, dada la inmensa riqueza de nuestro país.

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