jueves, 27 de junio de 2013

“FIESTA DE LA DEMOCRACIA”

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 28 / 06 / 2013. Muchos de nuestros políticos profesionales han llamado a las elecciones primarias de este domingo “una fiesta de la democracia.” En otras palabras, la jornada electoral de este fin de semana –que, obviamente, pagan todos los chilenos, crean en ella o no- sería una prueba contundente de lo “sana” (palabras de Sebastián Piñera en el extranjero, hace poco) que sería nuestra supuesta democracia. La obrepción presidencial es evidente, porque Chile, en verdad, no es un país verdaderamente democrático. Se rige por una Constitución Política impuesta al país en un clima de terror de Estado; es fraudulenta, y, por añadidura, hecha de tal modo que no pudiera cambiarse jamás, lo que significa la continuidad de un sistema totalmente desigual de distribución del ingreso, una educación clasista y mala para los más pobres, y sistemas de salud y pensiones cuyo fin básico es el lucro y no servir los intereses ni las necesidades de la población. Al duopolio que cada cuatro años se disputa el poder del gobierno, la Alianza por Chile (la derecha) y la ex - Concertación (hoy “Nueva Mayoría”) más les mueve mantenerse a flote que revertir esta situación. Por una parte, la Alianza, que gobernó en la dictadura, se siente feliz con el sistema; ¿por qué lo van a cambiar, entonces? Y por otra, quienes prometieron solemnemente al país, hace 23 años, hacer todo lo que estuviera a su alcance por cambiarlo, finalmente se sumaron a él. Sentadas estas premisas, nada serio indica que las primarias del domingo sean la tal “fiesta de la democracia.” Por el contrario, quienes voten ese día, lo que harán será dar legitimidad, una vez más, a un perverso sistema electoral, cuyo eje no es la realización de primarias, sino la continuidad del sistema económico, social, jurídico y administrativo vigente, a través del más astuto invento fraguado en dictadura, el inmutable sistema binominal de elecciones. Excepto Chile, no existe un solo país en Sudamérica en que sus constituciones políticas no hayan sido el resultado de procesos de participación popular y que no hayan culminado, invariablemente, en asambleas constituyentes. Este fenómeno político se ha dado muy especialmente en los países en que se hizo trizas la democracia; es decir, aquellos que como Chile, fueron avasallados por dictaduras fascistas. Aunque así es en todo el subcontinente, en Chile la dictadura chilena sigue viva, a través de la antidemocrática constitución política que ella impuso en el país, y con la intención que lo fuera para siempre. Incluso, países como Brasil, que ya se había dado una constitución democrática luego del fin de la aciaga noche del fascismo, se apresta ahora a introducirle aun más reformas democratizadoras, porque así el pueblo brasileño lo ha exigido en estos días en las calles. En efecto, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha anunciado al mundo la realización de un plebiscito que reformará el sistema constitucional del gigante sudamericano, con arreglo a lo que el pueblo decida democráticamente en un plebiscito. Mientras Chile no siga ese camino y no realice el necesario y urgente plebiscito que vote la correspondiente Asamblea Constituyente, el acto electoral del domingo no será sino, en el mejor de los casos, un tongo que ni siquiera cambiará los nombres de los candidatos ya previstos como ganadores, con toda la costosa parafernalia mediática que la ha acompañado, con “jingles,” grandes carteles y seudo-debates que intentaron infructuosamente darle alguna emoción. Finalmente, hay un hecho que le restará aun más puntos al escaso valor de estas primarias. Pocos chilenos votarán. En las pasadas elecciones municipales, con voto obligatorio, votó un total de 5.8 millones de electores inscritos. No creo que en esta primaria vote más de la mitad de ese total, porque nadie será perseguido ni multado por no votar, y, a todas luces, son muchos los chilenos que no tienen el menor interés de hacerlo. Hoy, como todo chileno mayor de 18 años está inscrito, el universo electoral en Chile alcanzaría, por lo menos, unos 12 millones de personas. Ergo, no más de un quinto de los electores inscritos votará, lo que a los ojos de cualquier observador extranjero objetivo, será indicador de un estruendoso fracaso eleccionario. ¡Vaya “fiesta de la democracia” la de este domingo! Mientras tanto, los verdaderos problemas del país y los de sus regiones siguen sin solución. Cientos de miles de estudiantes y trabajadores siguen marchando unidos en todo el país contra el lucro en Educación, por la renacionalización del cobre, más igualdad, y contra las Isapres y las AFP. Lo hacen voluntariamente, a pie, a pesar del frío, los desalojos de liceos, y faltando al trabajo. Lo peor es que, a diferencia de Brasil, la clase política y gobernante sigue negándose a darles solución. Oír el clamor popular por reformas políticas y sería, por fin, la única y verdadera fiesta de la democracia.

jueves, 20 de junio de 2013

¿QUÉ HAY TRAS LOS “DEBATES”?

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO. 21 /06 /2013. Luego de oír y ver los debates (así se los llamó oficialmente) en que participaron los candidatos de las coaliciones políticas mayores del país - 4 de Nueva Mayoría (ex – Concertación), y 2 de la Alianza por Chile – para disputar en elecciones primarias la opción presidencial de sus respectivos conglomerados, la impresión nacional es unánime. No fueron realmente debates, sino rápidas exposiciones de lineamientos programáticos, que más que otra cosa sonaron a marketing político. Desde el punto de vista orgánico, cada coalición quiso mostrarse, al fin de cuentas, unida frente al adversario mayor, porque el candidato único que elija cada una necesitará hasta el último voto de quienes votaron por su contrincante del partido o partidos aliados. A tal punto ha sido evidente que a la ciudadanía lepareció estos debates definitivamente carentes de confrontación de ideas, que los candidatos se aprestan para ofrecer pronto una seguidilla de nuevos encuentros. Dicho gráficamente, ellos serán la repetición de un match de box que, en primera instancia, no fue sino un “tongo.” No obstante, hay algo interesante en toda esta comedia. Los dos debates, con toda la opacidad que los caracterizó, reflejaron, por lo menos, el pie en que se encuentran las coaliciones. La Alianza, por ejemplo, y como todo el mundo sabe, tiene un viejo historial de violencia interna. Recordemos el bochornoso incidente que protagonizara Evelyn Matthei con el actual Presidente del país, hace ya dos décadas. Fue una especie de guerra a muerte, en que Matthei, en secreta e ilegal colusión con el difunto empresario Ricardo Claro, se propuso la eliminación política de Piñera, entonces la figura más relevante de Renovación Nacional, partido al cual ella también pertenecía. Descubierta la participación de Matthei en el caso, que ella públicamente había negado, renunció de inmediato a RN, para evitar una humillante expulsión. La serie de desencuentros de años entre RN y UDI culminaron con el fin de la candidatura presidencial de Laurence Golborne, patrocinada por la UDI. Golborne era la mejor carta presidencial de la derecha, que, incluso, evitaría las primarias. La UDI, hasta hoy, y el propio Golborne, han acusado a RN y a su candidato Allamand de haber participado en el destape de las andanzas financieras de Golborne, lo que puso fin a su carrera presidencial. Pues bien, ante la inminencia de las elecciones presidenciales que se avecinan, esta vez había que dar muestras de unidad, aun a riesgo que no hubiera un real debate entre Longueira y Allamand, como así sucedió. Veamos el caso de la Concertación. Cambió de nombre, como sabemos. Ahora se llama “Nueva Mayoría,” a raíz del simple hecho que dos partidos, el Partido Comunista y el Movimiento Amplio Social han resuelto apoyar a Michelle Bachelet, tanto en las elecciones primarias como en la elección final. Este “debate” fue, en todo caso, más entretenido que el de la derecha. Por lo menos, uno de los candidatos, el radical José Antonio Gómez, se diferenció de sus contendores, al señalar sin tapujos que el propugnaría el fin de la actual Constitución Política, y su reemplazo por una nueva, producto de una Asamblea Constituyente. Los demás candidatos, sólo ofrecieron reformas a la Carta actual, más fuertes que las que ofrece la Alianza, pero reformas al fin; es decir, no sólo no pretenden eliminarla, sino ni siquiera tocar seriamente sus dos pilares básicos: la subsidiaridad neo-liberal de Estado en materia económica, y su inmutabilidad. También llama la atención que el generalísimo de Velasco, el candidato más conservador de la coalición, sea un demócrata - cristiano, lo que, obviamente, acercará a sus aguas al ala más derechista de la DC, lo que, sin duda alguna, resta posibilidades a su candidato oficial Orrego. En definitiva y en general, Nueva Mayoría apareció en el debate como lo que es, una coalición política definitivamente reformista e institucional del sistema económico vigente; vale decir, gatopardismo puro, con las AFP, las Isapres, y el sistema binominal de elecciones con una que otra reforma. Finalmente, no deja de sorprender que el PC y el MAS, que durante décadas no hicieron más que justificar su existencia a través del tajante rechazo no sólo a la derecha sino también a la Concertación, hoy sean en la práctica partes constitutivas de ella. La única explicación posible no tiene nada de heroica. Para Nueva Mayoría, sin el PC y la izquierda en general, que bordean el 5% del escaso electorado que está votando, no está asegurada su vuelta al gobierno, y, además, el acercamiento del PC al gobierno de Bachelet podría, eventualmente, bajar la temperatura a los molestos movimientos sociales. Por su parte, el PC, partido que se ve más institucional que nunca, podrá aspirar por ahora a más de 3 diputaciones; y el caudillo Navarro, el jefe del MAS, ya tiene asegurada su re-elección a senador, el único propósito político que lo obsede. Los principios… bien gracias.

viernes, 14 de junio de 2013

MENTIRAS Y CAMPAÑAS ELECTORALES

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO 14/ 06/ 2013. Obviamente, en las elecciones el pueblo debiera elegir sólo a los mejores políticos. El mejor político es el que, además de conocer bien los problemas de la sociedad, es honesto. No miente a sus partidarios ni a sus adversarios; no se aparta de la verdad, le convenga hacerlo o no; no la manipula ni la envuelve en ropajes que la desvirtúan. Admite sus errores y no teme reconocerlos abierta y públicamente. Pues bien, como usted, lector, estará de acuerdo conmigo, ese político, capaz y honesto, es, si no inexistente, extremadamente escaso en nuestra sociedad. Por ese morbo tan nacional de votar “para no perder el voto,” muchas veces los chilenos no eligen a los más capacitados ni a quienes no les mienten, sino a su contrapartida, a los demagogos, personajes que desprecian el saber, que no pocas veces arrastran oscuros líos judiciales, pero que son maestros en contarles el más ensoñador de los cuentos, sin reparar en si ese mundo de fantasía es posible en el corto plazo, como invariablemente prometen. Después, claro está, viene la desazón popular y las consabidas frases “no creo en los políticos,” “todos mienten,” etc., sin advertir que los que están en el poder, están allí porque así lo quisieron los que votaron por ellos. La democracia es el mejor de los sistemas de gobierno. Eso es verdad, pero, ¡vaya cómo se miente y se hace demagogia en democracia! Probablemente se mienta más en democracia que en su contrario, la dictadura, puesto que el dictador, seguro del poder militar que ostenta y controla por entero (no tiene otro mayor poder, desde luego), no necesita la adhesión de mayorías populares para gobernar. Platón (Siglo V. a.C), el más conspicuo y el más dilecto discípulo de Sócrates, hablando en nombre de su maestro, decía que la democracia no es buena porque, sobre todo, da origen al demagogo. Propone en su “República” el gobierno “de los mejores,” o “aristocracia,” término que hoy tiene una connotación muy diferente al de entonces. Aristóteles, el más influyente de los sabios de la historia, fue discípulo de Platón, pero a diferencia de éste, refutó tajantemente a su maestro. Argumentó que la democracia, aun con sus defectos, era el mejor de los sistemas porque el poder es adictivo; es decir, quienes lo tienen, aunque sean “los mejores,” tenderán a no perderlo mientras puedan conservarlo. Lo que reforzaría aun más esa adicción, sería el hecho que ese gobierno de los “mejores” es elegido por ellos, y de entre ellos mismos. Por supuesto, la adicción al poder se da naturalmente en las dictaduras; no obstante, también, aunque en menor medida, es observable en democracia; sobre todo, en pueblos de baja cultura política. Hay que defender y adherir, entonces, a la verdadera democracia. Ello implica el trabajo de ser crítico, estudiar, informarse objetivamente, no enamorarse a muerte de ningún líder ni caudillo, no confiar en nadie de buenas a primeras, y sobre todo, participar personalmente en la vida social, que es siempre política, en sindicatos, universidades, juntas vecinales y todas las agrupaciones sociales en que sea posible. Así será posible desenmascarar al demagogo, y espetarle “¿por qué tengo que creer en ti, si nos has mentido, y si no has hecho lo que nos has prometido?” Por supuesto, tampoco se puede creer así no más en el político “aparecido,” el casto y puro, que probablemente no ha mentido nunca porque es nuevo en el menester político. En fin, la democracia es difícil porque ella, si es verdadera, exige pensar bien, y por cuenta propia. En democracia, aunque sea imperfecta, votar es el mayor de los actos políticos. Para las elecciones que vienen, seamos muy reflexivos y sobre la base de ciertas consideraciones mínimas. Empecemos con la más descomunal de todas las mentiras, la vigente Constitución Política. Ella no es legítima, y debe anularse, porque no fue producto de una consulta seria a la ciudadanía; por lo tanto, sólo sus autores, las cúpulas políticas de la derecha, pueden estar contentos con ella. Sin embargo, ¿por qué creer que la Concertación, la supuesta acérrima enemiga de la derecha, que prometió cambiarla, va a querer hacerlo si fue refrendada y signada por el gobierno de Lagos? ¿Por qué creer en la actual administración, si, entre muchos cuentos, nos dijo que a los delincuentes “se les acabaría la fiesta,” y vemos con horror que los delincuentes ahora están en la más orgiástica de las bacanales? ¿Por qué creer en el supuesto espíritu anti-neoliberal y de nación de la Concertación, si con ella el cobre dejó prácticamente de ser chileno, se entregó Pascua Lama, el agua, el mar, etc., etc., a empresas gringas y a las pocas familias chilenas que gozan del 80% del ingreso nacional? ¿Todos los jubilados de Chile fueron liberados del 7% de pago por su seguro de salud, como así se nos prometió en 2009?, etc., etc. La confianza ciudadana en la clase política profesional se ha perdido a niveles alarmantes. Por ello es que pocos chilenos votarán en las elecciones próximas; seguramente menos que nunca. Sin embargo, quienes lo hagan, ojalá no se guíen por cuentos o spots publicitarios de campaña electoral, y elijan reflexivamente a los candidatos verdaderamente más capaces y honestos.

miércoles, 5 de junio de 2013

FALSOS EXONERADOS.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO. 07/ 06/ 2013. En el nuevo escenario político que ha surgido luego que la Contraloría General de la República descubriera que entre los beneficiarios de asignaciones por exoneraciones políticas figuran personas que no reunían los requisitos exigidos para impetrar ese derecho, descuella, en primer lugar, una singular persona, doña Evelyn Matthei. La Ministra del Trabajo acaba de declarar que la Ley que dio origen a ese derecho, tenía por objeto defraudar al país. Aunque todo el mundo conoce el integrismo político y la ostensible falta de prudencia de Matthei, es importante enfatizar en torno al caso que, efectivamente, durante la dictadura militar que se impuso en el país por casi dos décadas, hubo, sin discusión alguna, masivas y abusivas exoneraciones de personas en razón exclusiva de sus ideas políticas, afines al ideario y programa del gobierno que presidió el ex-presidente de la República Salvador Allende. Eso, además de los miles de asesinados, desaparecidos, encarcelados por años, emigrados y exiliados, con todo lo dramático que tales situaciones conllevan. Por supuesto, el fanatismo de ultra-derecha que caracteriza a la ministra obnubila de tal modo su capacidad reflexiva, que le hace olvidar que una vez terminada la dictadura, era obligatorio para el Estado de Chile efectuar las reparaciones correspondientes a las víctimas de la dictadura, con arreglo a cánones establecidos por las Naciones Unidas y por otros organismos políticos multinacionales y, desde luego, de defensa de los Derechos Humanos. Tales reparaciones se han efectuado siempre, y sin excepción, en todos los países en que se han instalado dictaduras fascistas, como la Alemania de Hitler y la de su aliado Franco, en España; la Alemania de hoy, luego del fin del régimen social-fascista que imperó allí hasta la caída del Muro de Berlín, y la de sus congéneres del glacis europeo-oriental; Los Balcanes, y, desde luego, en todos y cada uno de los países, como Chile, en que actuaron de manera concertada las dictaduras de la “Operación Cóndor.” Lo único que cabe en estos momentos, es que el caso sea investigado y sancionado por el Poder Judicial, procedimiento que ya se ha iniciado. No obstante, es imprescindible, en beneficio de la sanidad moral del país, que la Justicia intervenga a fondo en el problema, que deslinde bien todas las responsabilidades que haya, sean de quienes sean, y extienda su acción hasta cubrir todos y cada uno de los beneficiarios de la ley de exonerados. Vale decir, es hora de poner fin a los dimes y diretes tan habituales en períodos de campañas electorales, y dejar que la Ley haga su trabajo, hasta el fin. Por cierto, la tarea será difícil, por la extrema complejidad del caso, pero hay que hacerla. Hay una cuestión básica sobre la cual debe partir la Justicia: la identidad real del exonerado político, que –valga la redundancia- sólo puede ser… política. ¿Obvio, no? Vale decir, los beneficiarios de esa ley sólo pueden ser personas que fueron perseguidas por la dictadura. En torno a este punto, hay una faceta del caso que sólo puede causar estupor. Hay “exonerados políticos” que fueron instigadores, ejecutores y cómplices del golpe de Estado de 1973. Entre estos personajes, figuran, por ejemplo, Sergio Onofre Jarpa, Mario Arnello, Víctor Carmine, Gustavo Lorca, Luciano Vásquez, Juan de Dios Carmona (que en 1976 renunció a la Democracia Cristiana para sumarse al gobierno dictatorial), y varios más. Es cierto que a septiembre de 1973, todos ellos eran parlamentarios y dejaron de serlo cuando se produjo el cuartelazo, pero todos, sin excepción, voluntariamente y por razones inversamente políticas al espíritu de la ley de exonerados en comento, participaron en la ejecución del golpe, y más tarde fueron colaboradores directos de la dictadura. Desde luego, recuperaron con creces sus “pegas” perdidas de parlamentarios, al ocupar altos cargos en el régimen de sus amores. Probablemente, lo que más grafica este absurdo es que entre los “exonerados políticos” figuran Hermógenes Pérez de Arce, el más radical de los pinochetistas de Chile, y…¡hasta ex - agentes de la CNI! Pero, en fin, así es Chile, el país de los absurdos más insólitos del mundo: una constitución política “votada democráticamente” en una atroz dictadura, y, por añadidura, inmutable; tribunales militares en tiempos de paz que juzgan y condenan a civiles; establecimientos educacionales privados desde la educación pre-escolar hasta la terciaria, que, además de ser la mayoría de los existentes en el país, son financiados por el Estado; aseguradoras de pensiones privadas (la mayoría de las existentes) que pueden sacar de Chile prácticamente toda la plata que quieran, mientras que sus clientes no reciben al jubilar ni la mitad de su último estipendio, etc., etc. ; y ahora, esta ley de exonerados políticos que beneficia a los enemigos más enconados de los perseguidos. ¿Seguiremos siempre así?