martes, 13 de marzo de 2012

AYSÉN: LOS INTERESES DE MUCHOS, LOS DE UNOS POCOS Y EL USO DE LA FUERZA

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 15 / 03 / 2012.

AYSÉN: LOS INTERESES DE MUCHOS, LOS DE UNOS POCOS Y EL USO DE LA FUERZA.

PRIMERA PARTE

Cuando el pueblo protesta por mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, los gobiernos, normalmente, alegan que la situación no es tan grave, que se ha hecho y se está haciendo mucho, etc. Cuando la protesta deviene en movilizaciones masivas e inter-regionales, se aduce que hay manos negras que manipulan a los reclamones, a quienes esas manos utilizan para la consecución de siniestros propósitos (todavía se culpa a los comunistas –especie de demonios- hasta de los temblores). Lo grave de este escenario de alzamiento ciudadano, es que la elusión de enfrentarlo seriamente y con real ánimo de dar solución a los problemas, termina siempre, primero, con el apaciguamiento de los descontentos a través de nuevas promesas y engaños, como exactamente ocurrió con el movimiento “pingüino” de 2006; y, luego, con el uso de la fuerza bruta, es decir, policial y militar, tal como recientemente ha sucedido en la Araucanía. Vamos por parte. ¿Por qué los ayseninos se han levantado de manera tan masiva y organizada, especialmente contra los dos últimos gobiernos? Pues, porque ya no dan más y se cansaron de tanto discursos y promesas. Las declaraciones recientes de los ministros involucrados en el problema de Aysén y los del propio Presidente de la República, pretenden, indirectamente, demostrar que los ayseninos se están quejando de “llenos.” Pues, no es así. Claman específicamente por la satisfacción de once demandas; entre otras, precios justos para los combustibles (léase gas, petróleo, bencina y leña, para los más pobres). Esa es la primera gran petición, puesto que Aysén es una región gélida; una de las más frías del planeta habitado. También piden precios justos para la luz y el agua; la apertura de sedes universitarias donde puedan formarse profesionalmente sus hijos; participación ciudadana en las decisiones sobre la instalación de centrales hidroeléctricas; servicios médicos de calidad, con instalaciones y ambulancias suficientes en las localidades apartadas; y subvenciones y costos adecuados para trasladarse dentro de la región, sin salir de ella. El economista Luis Durán, en un artículo reciente publicado en el diario virtual El Mostrador, pone muy bien las cosas en su lugar en referencia a los benditos “datos macroeconómicos” que tanto invocan los gobiernos cuando la gente grita por sus derechos. Estos felices datos, dan cuenta, por ejemplo, de una muy baja tasa de desempleo, apenas un 3,5%. A ello se suma un espectacular crecimiento económico, 19,2% en 12 meses. Sin embargo, ninguna persona de inteligencia normal ignora que las estadísticas macroeconómicas en los países socialmente desiguales, como es Chile, sólo sirven para demostrar mejor las injusticias, desigualdades e inequidades existentes. Aysén es la prueba más clara de ello, pues, de partida, acusa un costo de vida mucho mayor que el promedio nacional, lo que siempre golpea más cruelmente a los pobres; es decir, a la mayoría de la población. El trabajo en Aysén es mal pagado y precario. Durán agrega que Aysén observa la distribución desigual del ingreso más alta del país (en un país, que, repito, ya es abiertamente desigual). Durante los últimos 20 años, la región ha tenido un dramático deterioro en tal distribución. En efecto, el índice 10/10, que mide la diferencia entre los ingresos del 10% de los hogares más ricos (el decil más rico de la población), y los del 10% de los más pobres (el decil más pobre), arroja resultados realmente insólitos. Según la Fundación SOL, a partir del micro-dato de la encuesta CASEN, en 2009, este índice fue de 65 veces, mientras que en 1990 era de 31,5 veces; vale decir, la desigualdad en el ingreso ha aumentado en un 106%, lo que bastaría para probar que las alegres cifras sobre empleo que han aventado los dos últimos gobiernos, no sirven para probar que los reclamos de los ayseninos son desmedidos. Como se ve, que la gente tenga trabajo no lo dice todo. Para probarlo, bastaría recordar la ignominia de los tristemente famosos PEM y POJH (Plan de Empleo Mínimo y Plan Ocupacional para Jefes de Hogar) de la dictadura, que dignatarios de la ONU calificaron técnicamente como “trabajos de esclavos” (CONTINUARÁ).


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PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 22 / 03 / 2012.

AYSEN: LOS INTERESES DE MUCHOS, LOS DE UNOS POCOS, Y LA PROPUESTA REPRESORA.

SEGUNDA PARTE

Existe una referencia de rigor en la calificación del empleo, el ”Indice de Empleo Protegido,” que mide la buena calidad o la precariedad de un determinado empleo. Este instrumento de medición ha introducido el concepto “empleo protegido,” que supone la existencia de condiciones seguras y humanas de trabajo, contrato indefinido, cotizaciones de salud, de previsión y seguro de cesantía. Señala el economista Luis Durán que según el Índice de Empleo Protegido, la precariedad laboral de Aysén es la segunda más alta de Chile, con sólo el 39% de los trabajadores asalariados laborando en una situación de “protección.” En Aysén, además, los sueldos y salarios son un 8% menor que el promedio nacional, y para más exactitud, por efecto del subsidio a la contratación de mano de obra en zonas extremas (Ley 19.853), que beneficia al empleador con el 17% de la renta imponible, los sueldos y salarios en Aysén, sin mediar los subsidios, son un 23% inferiores al promedio nacional. El 65%; del trabajo en Aysén se realiza sin contrato, sin sindicalización y sin imposiciones por salud o pensión. En fin, la situación de nuestros compatriotas del extremo sur es realmente dramática, lo que justifica con creces la heroica movilización popular que está protagonizando. Entonces, se nos aparece en escena, a la manera del convidado de piedra de Don Juan, la figura del ex – biministro de la dictadura Hermógenes Pérez de Arce. De un tiempo a esta parte, Pérez de Arce está llamando abiertamente y sin ambages a la represión militar de la movilización de los ayseninos, y de todas la que sobrevengan en adelante, las que, como sabemos todos los chilenos, inevitablemente arreciarán este año. Este aristocrático millonario y ultraderechista por antonomasia, se parapeta tras su barricada ideológica clave: el desprecio por el pueblo y la doctrina del disciplinamiento de las masas por medio de la fuerza, la obediencia de oveja ante la fuerza bruta y la prosternación ante el poder. En un reciente artículo que hizo publicar urbi et orbi en Chile, en referencia al conflicto de Aysén, escribió a la letra: “Los pueblos son como los niños: aprenden. Cuando se dan cuenta de que sobre ellos no hay autoridad y pueden salirse con la suya, se malcrían … Sólo se les inculcó que con un berrinche podrían tener lo que quisieran. El pueblo chileno ha sido malcriado y hoy éste es un país malcriado.(…)¿Qué va a pedir el país? (N.a., léase él y los suyos). Justamente lo que no ha habido ya por 22 años (N.a., léase la sangrienta dictadura de la cual fue precursor, ideólogo y funcionario): una mano firme y verdadera autoridad.”
En otras palabras, según Pérez de Arce, lo único que cabe ahora es disciplinar a estos mocosos malcriados, los ayseninos, como también a todos los otros malcriados, los estudiantes y trabajadores que saldrán a las calles a protestar por sus derechos. Por supuesto, tal disciplinamiento, para que funcione, tendrá que ser a la manera de su ídolo Pinochet. ¿Qué garantía en su favor se adjudica Pérez de Arce para llamar tan explícitamente a la represión militar contra el pueblo? Obviamente, su seguridad personal que las FFAA y Carabineros no pertenecen al pueblo, sino al sector político en el que él milita. Después de la lección disciplinaria, lo demás es simple, como siempre lo ha sido. Luego de los balazos, se inventará un nuevo “Plan Z” (la fantasía tramada en 1973 para justificar el golpe de estado), con los ingredientes de rigor: el comunismo, una inminente invasión extranjera, y cualquiera otra burrada por el estilo. Lo importante es restaurar el “sagrado” orden, dejar las cosas en el sitio en que están, y punto. Con lo que no cuentan Pérez de Arce y sus congéneres, es que, como lo ha demostrado siempre la historia, la fuerza finalmente se vuelve contra ellos, pues el pueblo termina por hacerse de ella. Esperemos que los conflictos se resuelvan en paz, por el bien del país. La no resolución de los problemas que aquejan a los ayseninos, como todos los demás que están afectando de manera creciente a la mayoría de los chilenos, no sólo representa la vergonzante continuidad de las inequidades sociales que ya nos caracterizan como país ante los ojos de la comunidad internacional, sino algo peor: el peligro de una crisis social de impredecibles consecuencias. .

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