miércoles, 7 de agosto de 2013

LAS CARTAS DE COBIN.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO “EL LONGINO,” 09/ 08/ 2013. Las cartas a “El Longino” del señor John Cobin (probablemente vayan también a otros medios de comunicación), académico de una universidad privada chilena, no dejan de sorprender. En la penúltima de ellas, afirmaba que gravar proporcionalmente a las grandes empresas es "robarles." Lo serio del asunto es que Cobin se refería a Chile, país que ocupa los últimos niveles en carga tributaria en el club de la OECD, con sólo 20 %, versus el 32 % del promedio de los países que lo integran (datos oficiales OECD). Además, la evasión tributaria en Chile con respecto al IVA es de un 11%; baja, por cierto, sólo si hablamos de los sectores populares. Si se analiza la evasión en el impuesto a la renta pagado por el 19 % del sector de ingresos más altos del país (vale decir, el gran empresariado, los benditos “inversionistas” de los cuales Cobin, acérrimo neo-liberal, es gladiador) se descubre que en nuestro país la evasión tributaria llega aproximadamente al 48%. Con toda razón, entonces, el diputado Carlos Vilches (RN), derechista por convicción y doctrina, afirmaba hace poco que “el marco tributario existente (en Chile) es muy permisivo, lo que ha incentivado la creación de una verdadera ingeniería de la evasión.” Y ni hablar del impuesto específico a la minería, más conocido como los royalties mineros. Son, como todo el mundo lo sabe, de los más bajos del mundo, pues apenas fluctúan entre 0,5 y 5%, en comparación con los promedios mundiales que por muy lejos superan esos guarismos. En su última carta, Cobin nos trajo una sorpresa aun mayor. Afirma que debiera estimularse la llegada a Chile de “inmigrantes neo-liberales" ricos, provenientes de países del hemisferio norte, como Alemania. A ellos, prosigue Cobin, hay que darles todas las ventajas posibles para que inviertan en Chile. Hasta ahí, opinión suya, a la que tiene todo el derecho del mundo. Sin embargo, luego señala que la recepción de alemanes en Chile, sería similar a aquella de que fue objeto "la inmigración alemana liberal a Valdivia de 1855." Aquellos inmigrantes (“liberales”, como afirma Cobin), agrega, "huyeron de los marxistas (de Alemania) en el siglo XIX." Hasta aquí, sólo es posible colegir que Cobin falta deliberadamente a la verdad, porque es imposible, como académico, que no sepa que la "Ley de Inmigración Selectiva" dictada por la administración Bulnes, y concretada por Vicente Pérez Rosales, no tuvo ningún fin de inversión extranjera en nuestro país. En virtud de aquella ley, llegaron a establecerse en Chile, en un lapso de aproximadamente una década, unos 6000 profesionales y artesanos alemanes con sus familias (el conjunto inmigratorio llegó a sumar un total de unas 30.000 personas). Provenían de Alemania y del Imperio Austro-húngaro, y fueron acogidos en Chile sólo con dos fines: primero, colonizar las deshabitadas regiones del sur, para así acelerar el desarrollo del país; y, segundo, evitar cualquier intento extranjero de ser ocupadas, en cumplimiento del objetivo geo-político de más importancia para Chile en esos años. Los inmigrantes no eran, entonces, adinerados alemanes “liberales”; menos aun inversionistas “liberales,” sino, simplemente, ciudadanos de Alemania que emigraron a Chile en calidad de refugiados políticos, huyendo del dominio prusiano luego de la cruenta revolución de 1848-1849. Años después, muchos volvieron a su patria, pero los más se quedaron en Chile, como ocurre normalmente con los movimientos migratorios masivos. Esto se refleja muy bien en las palabras de Karl Anwandter, uno de los líderes de los inmigrantes, quien declaró en 1851: “Seremos chilenos honrados y laboriosos como el que más lo fuere, defenderemos a nuestro país adoptivo uniéndonos a las filas de nuestros nuevos compatriotas con la decisión y firmeza del hombre que defiende a su patria.” Bulnes cumplió su objetivo. En 2011, la Cámara Chileno-Alemana de Comercio (Deutsch-Chilenische Industrie und Handelskammer), estimó que en Chile hay medio millón de chilenos descendientes de aquellos inmigrantes (3,1% de la población chilena). En suma, la afirmación de Cobin que la inmigración alemana del siglo XIX tuviese fines económicos o ideológicos liberales es absolutamente falsa. También es falsa, además de ridícula, su aseveración que llegaron a Chile huyendo de los "marxistas," porque los socialistas que entonces adscribían a los planteamientos de Karl Marx no tenían ningún tipo de poder en Alemania ni en ningún país de Europa ni del mundo. Mr Cobin, en los mismos años que se producía la inmigración alemana en Chile, los seguidores de la novel teoría Socialismo Científico de Marx prácticamente no existían, puesto que sólo comenzaron a organizarse en 1848.

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