viernes, 6 de junio de 2014

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 06 / 06 / 2014. REYECITOS.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 06 / 06 / 2014. REYECITOS. El 14 de abril de 1931, España proclamó democráticamente la República. Hasta ese día, España había sido una monarquía, desde siempre, sólo con la excepción - insignificante y accidental- de la llamada “Primera República,” que sólo duró un año (1873-1874). El contexto histórico en que nacía la República tiene directa relación con ella. En 1929, se había desencadenado en el mundo la gran crisis del capitalismo, que en Europa afectó muy especialmente a España. En ese singular trance, se alzaban en toda Europa dos opciones políticas. Una, era la opción de un modelo social-demócrata, republicano, pluralista y laico; es decir, el modelo hoy universalmente considerado como el moderno. La otra opción era el nazi-fascismo, dictatorial, etno-céntrico y beligerante, que en Europa vino a encabezar, en 1933, Adolf Hitler en Alemania, seguido por dos aliados, el italiano Benito Mussolini, y… nada menos que los minoritarios derrotados partidos y sectores conservadores españoles, que con tanto ahínco se opusieron al establecimiento de la República y a la novel social-democracia hispana. Encabezados por el general Francisco Franco, 5 años demoraron los partidarios del antiguo régimen en organizar la guerra contra la República, que jamás habrían ganado si no hubiesen contado con el total apoyo militar de Hitler y Mussolini. Desde 1939, año en que Franco se hizo del poder, hasta el final de la II Guerra Mundial, España respaldó la causa nazi-fascista sin ningún tipo de ambages, a tal punto que hasta proveyó a Hitler de soldados para sus guerras. Era lógico que así fuera. Imposible olvidar, por ejemplo, que Almería, Guernica y muchas otras ciudades y pueblos ocupados por las fuerzas leales a la República fueron arrasadas por bombarderos alemanes e italianos. Después de 35 años de dictadura, Franco murió de viejo, sin antes imponer al país la restitución de la monarquía, que el pueblo, que sólo deseaba paz, aceptó estoicamente. Que conste: el renunciado Juan Carlos de Borbón, al fin de cuentas, fue rey sólo porque el nazi-fascismo internacional destruyó a sangre y fuego la República española, y porque un feroz dictador así lo decidió. La monarquía hispana, tan costosa, inútil y parasitaria como cualquiera otra, no solamente tiene en su contra los escándalos a que ya tiene acostumbrada a la opinión pública internacional, con sus yernos procesados por estafa y corrupción, un reyecito que furtivamente se dedica a matar elefantes y otras bestias en extinción y tiene escapadas nada católicas con clandestinas amantes, con las interminables vacaciones en el palacio de Marivent, donde se recibía en costosísimos banquetes a Lady Di y los famosos de Hollywood, con los cruceros en yate a Las Canarias, el esquí en los Alpes y demás pasatiempos con que Juan Carlos y su familia mataban el aburrimiento. No, no. También está en su contra el hecho indesmentible que España, que se da el lujo de una ostentosa y carísima monarquía, se encuentra asfixiada por una atroz crisis económica, con 6 millones de cesantes, equivalentes a un cuarto de su población activa y a un cincuenta por ciento de los jóvenes; una inflación galopante, pobreza y desigualdades sociales sin precedentes en el último siglo. En esta coyuntura histórica, se dan dos situaciones. Por una parte, el rey elefanticida ya designó a su hijo como su sucesor (harto machista el reyecito, porque por edad, era su hija mayor a quien correspondía la sucesión); y por otra, ruge el clamor popular por un referéndum en que los españoles, democráticamente como en 1931, elijan si quieren seguir con reyes y príncipes, o restablecer la República. Imposible perderse.

No hay comentarios: