domingo, 5 de abril de 2015

LA QUEMA DE JUDAS EN IQUIQUE

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 04 / 04 / 2015. La “quema de Judas” no es realmente una tradición nuestra,de los iquiqueños, como lo sostienen cada año sus organizadores. No lo es, si atendemos seriamente al significado del término “tradición.” Se llama así a aquello que se manifiesta de manera espontánea y anónima desde la base social, desde un tiempo inmemorial y normalmente en forma de rito. En su origen, este acto no es iquiqueño ni nortino. Un comerciante venido de Valparaíso, Jorge Muñoz Rojas, nos lo trajo por comienzos de la década de los 40 con el único fin de promover su negocio. Era una tienda de cambalaches, “Mi Casa,” ubicada en la esquina noroeste de la calle Juan Martínez, en la intersección con Zegers. Por esos tiempos, mi familia era vecina de ese barrio, y recuerdo muy bien lo que entonces vi allí varias veces siendo niño. Mientras el monigote pendía de cuatro cables sujetos a las esquinas de ese cruce, la esposa e hijas de Muñoz Rojas repartían volantes entre los asistentes al espectáculo: “Compre bueno y barato en Mi Casa… También le compramos lo que a usted no le sirve…,” etc. Mientras esas mujeres hacían lo suyo, un hijo de Muñoz Rojas, con la ayuda de un anciano que era el bodeguero de la tienda, lanzaba desde su techo unos globos de papel de seda con las letras MI CASA. Los globos remontaban el cielo impulsados por una tea encendida en su interior. Se podrá imaginar el pavor de los vecinos, en una época en que virtualmente toda la construcción iquiqueña era de madera y cuando el agua estaba racionada en toda la ciudad. En efecto, los globos a veces se quemaban antes de llegar muy lejos y caían como verdaderas bombas napalm sobre la ciudad. A todo esto, Muñoz repartía “cañas” de vino tinto desde una ventana del negocio que daba a la calle Zegers. El hijo de Muñoz, finalmente, encendía el monigote, y como siempre, había algunos lesionados, sobre todo niños pobres que corrían a recoger las monedas de un peso que caían candentes desde el muñeco en llamas. Al término del acto, mientras la gente abandonaba el lugar, un carretero, de esos de carreta y burro del viejo Iquique, luego de recibir una propina de Muñoz, cargaba su carreta con los borrachos y los iba a tirar no lejos de allí, a las calles Juan Fernández con Latorre, entonces de pura tierra. La quema de Judas desapareció en la segunda mitad de la década de los 50 en Iquique, justo cuando el negocio de Muñoz declinó, hasta desaparecer. Vale decir, se fue Muñoz y se acabó lo que los organizadores de este espectáculo llaman “tradición.” De hecho, ha desaparecido en todo el país, y hoy sólo se da en Iquique. Hasta hoy, no me explico por qué la Iglesia Católica no se ha pronunciado nunca, ni antes ni hoy sobre este acto, a pesar que muchos católicos lo reprueban, y con toda razón. La “quema de Judas” fue un rito que se realizaba en Pascuas desde que el catolicismo se impuso como religión de Estado en la Europa cristiana, sobre todo en países mediterráneos. Era un “auto de fe” masivo y, obviamente, organizado por la propia Iglesia. Hoy en día, su casi completa desaparición en el mundo cristiano responde a la modernización y humanización de las prácticas religiosas cristianas. Por cierto, aunque se trate de Judas Iscariote, el muñeco que se quema representa a un ser humano, lo que, aunque sea en farándula, retrotrae la experiencia histórica de las quemas públicas de personas acusadas de herejía por las jerarquías de la Inquisición, tanto católica como protestante. Esto, por supuesto, era un método de opresión política a través del terror. El sadismo que envolvía el acto era ilimitado. El escritor italiano Giovanni Papini relata en su libro “Espía del Mundo” que mientras se quemaba el monigote, se lanzaban a una hoguera contigua siete animales vivos que representaban los siete pecados capitales: un cerdo, la gula; un gato, la pereza; un asno, la lujuria, etc. Los tiempos, felizmente, cambiaron y terminó esa barbarie. Si bien todavía se envilece a Judas en algunos pueblos de la Europa meridional, tiene allí una connotación jocosa. Al muñeco no se lo quema, sino se lo “mantea,” en clara alusión al rechazo del pueblo por lo que era la quema, un acto de indecible crueldad. Hoy, cuando cada persona tiene la libertad de leer y pensar (lo que no parece caracterizar a los supuestos “tradicionalistas” que organizan este acto en Iquique cada año), la “traición” de Judas está en severo entredicho teológico. De partida, Judas rechazó el pago por su acción y luego, arrepentido, se suicidó, lo que, a la luz de la doctrina cristiana del perdón, lo redime totalmente. Además, según la tradición cristiana y los propios Evangelios, fue el propio Jesús quien lo conminó a que lo entregara, para que se cumpliera “la Ley.” Ojalá un día termine esta bárbara farándula callejera, inhumana e irracional en su fondo, que sólo nos desprestigia como ciudad. Nos sobran otras tradiciones que conservar, más civilizadas, pacíficas, alegres y verdaderamente nuestras.

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