miércoles, 19 de octubre de 2011

Diario 21, "Indignados:"

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21 . 20 / 10 / 2011.

INDIGNADOS.

Fueron los “indignados” de España quienes iniciaron en Europa el alzamiento popular contra las desigualdades sociales en el viejo continente, efecto del irracional y siempre creciente proceso de acumulación de la riqueza en unas pocas manos, cuestión inevitable en el capitalismo. Tanto este proceso como la paciencia de los pueblos ya han llegado a su punto límite, y la marea de protestas, incluso, ya tocó las playas del primer gran bastión del sistema capitalista mundial, Estados Unidos. La situación ya es mundial, y afecta más dramáticamente a las regiones más vulnerables del planeta. En efecto, en estos momentos, según datos oficiales internacionales (ONU, OCDE, UNESCO, FAO, etc.), mientras las ganancias de los imperios económicos crecen desorbitadamente cada día, la cantidad de hambrientos en el mundo ya alcanza la cifra de 950 millones de seres humanos y los pobres ya suman 4.750 millones. Hay 1.000 millones de desempleados, y el 50% de la población mundial activa está subempleada, o trabajando en precario. A ello hay que agregar que el 45% de la población mundial no tiene acceso directo a agua potable; 113 millones de niños no van a la escuela y 875 millones de adultos son analfabetos. También 12 millones de niños mueren todos los años a causa de enfermedades curables y 13 millones de personas mueren cada año debido al deterioro del medio ambiente y al cambio climático. 16.306 especies animales están en peligro de extinción, entre ellas la cuarta parte de los mamíferos, etc., etc. Si bien este espantoso cuadro, producto exclusivo de la desigual distribución global de la riqueza, es visible en los países más pobres, los efectos de la excesiva concentración del poder económico ya se han dejado sentir en países desarrollados. La acumulación geométrica del dinero es connatural al sistema capitalista, y con mayor fuerza en su versión post-moderna más ultrance, la réplica post-moderna del sistema “laissez faire,” propuesto hace más de dos siglos por Adam Smith, hoy conocida como el neo-liberalismo. En verdad, la derecha y los golpistas chilenos de 1973 entenderían mejor este ya indiscutido aserto, si en vez de quemar los libros de Karl Marx los hubieran leído. Introducido en Chile a balazos, el modelo jibarizó el poder contralor del Estado sobre la economía, redujo drásticamente el gasto público y entregó las empresas estatales (por cierto, a precios de huevo) a la voracidad de los mega imperios económicos, tanto de dentro como de fuera del país. Por causa de estas infelices medidas, surgieron abisales desigualdades en el ingreso, las deudas por bienes de consumo no terminan de pagarse nunca, y la protección sanitaria de la población, las pensiones, la vivienda y la educación son sistemas clasistas y deficitarios. Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre 1993 y 2008, el salario real de los trabajadores chilenos creció en un insignificante 1%., mientras que en ese mismo periodo, el producto interno bruto lo hizo en alrededor del 200%. Por otra parte, la banca privada, con una rentabilidad del 30% sobre capital y reservas, acusa ganancias de más de 1.700 millones de dólares anuales. En fin, para terminar, una pequeña digresión. En este mes del Día Nacional de España, comparémonos con ella. A Chile y la Madre Patria les es común no sólo el neo-liberalismo como sistema, sino el hecho que se impuso en ambos países por la fuerza bruta; en Chile con Pinochet y en España, en las postrimerías de la dictadura de Francisco Franco, el general fascista ex - aliado de Hitler. También les es común que quienes sellaron el neo-liberalismo institucionalmente fueron dos supuestos “socialistas,” Ricardo Lagos en Chile y Felipe González en España. Otro hecho en común es cómo se entendían estos muchachos. Lagos y González trajeron a Chile al olvidable empresario neo-liberal Fernando Flores, en calidad de presidenciable para el 2004. El comienzo era hacerlo senador, y aprovechando la confianza que buena parte de los nortinos pusieron en la Concertación, González vino hasta aquí a proclamarlo como candidato. ¡Qué chascarro! Desagradable, soez, flojo y desaprensivo, era imposible que Flores pretendiera seguir en su carrera, y terminó finalmente en su redil político natural. En verdad, fue su elección de senador lo que marcó en nuestra región el comienzo del fin de la confianza ciudadana en la Concertación, y más aun en su ala progresista.

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