sábado, 25 de febrero de 2012

ELECCIONES Y CHILENOS EN EL EXTERIOR

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21, 16-02-12.

ELECCIONES Y CHILENOS EN EL EXTERIOR

Apenas instaurada la dictadura, sus juristas se dieron a la tarea de buscar la mejor forma de perpetuar el orden político y económico que ella impuso al país por la fuerza bruta. Redactaron, entonces, una constitución política, un perfecto traje a la medida que hicieron “aprobar” en una farsa plebiscitaria. La tal constitución no sólo consagraba aquel orden, sino, además, contenía las dos artimañas que garantizaban su inmutabilidad, el sistema binominal de elecciones y el impedimento de votar para cerca del millón de chilenos que vivían y aún viven fuera del país. Por supuesto, el truco sólo podía favorecer a su autora, la derecha política nacional, la mentora ideológica y gran beneficiaria de aquella dictadura. En efecto, por una parte, el binominalismo asegura un empate permanente entre dos coaliciones, lo que hace imposible cambiar la constitución por una que sea democrática y legítima. Así, nada importante cambiará nunca. El segundo expediente para eternizar el orden vigente es tan o más anti-democrático que el primero. Los chilenos que viven en el exterior no pueden votar en los países en que viven. Sólo pueden hacerlo en Chile, para lo cual tendrían que viajar hasta aquí con el solo objetivo de ejercer ese derecho. Ese es el burdo subterfugio legal que se tramó para simular esta odiosa discriminación. Son muchos los chilenos que viven o están fuera del país, estudiantes, trabajadores de todo tipo, turistas, funcionarios de gobierno y de organizaciones internacionales, etc. La total mayoría de ellos, empero, se relaciona con el masivo exilio que advino con la dictadura. Efectivamente, durante el gobierno de facto de Pinochet (sobre todo en sus primeros 10 años), una enorme cantidad de compatriotas, acompañados de sus familias completas, tuvieron que abandonar el país, en calidad de expulsados o perseguidos políticos. No todos pudieron volver, luego de echar raíces fuera de Chile. “¡Sancta simplicitas!” (en jerga chilena, “más claro, échale agua”). Lógicamente, esos chilenos, si realmente pudieran, no votarán por quienes los expulsaron de su patria. Así que, como diría el dictador… “¡que no voten, y se acabó!” Sin embargo, en todos los demás países que fueron regidos por las dictaduras del cono sur latinoamericano de los años 70 y 80 (Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Brasil) las cosas no son así. Sus estados, como todos los del mundo democrático, no ponen ninguna traba para que los nacionales que viven en el exterior ejerzan su derecho a voto en los países donde viven. Es más, uno de esos estados, el argentino, se apresta a otorgar a sus nacionales que viven fuera el derecho adicional de elegir y ser elegidos en todas las elecciones, en una nueva circunscripción que se llamará "Provincia 25." Vale decir, su condición de ciudadanos es completa. El sentido de la iniciativa es, por supuesto, acercar el Estado a los ciudadanos que se encuentran fuera. En Chile, es todo lo contrario. Al impedir que voten nuestros compatriotas que viven en otros países, se pretende alejarlos definitivamente del país, hasta hacerlos desaparecer como chilenos. La iniciativa argentina no es nada nuevo. Es una experiencia que ya viven muchos países, como Italia, cuyos ciudadanos en el extranjero eligieron representantes en las recientes elecciones legislativas del año pasado. La flaqueza democrática de Chile es realmente abisal. Ni siquiera la Concertación, que se supone se favorecería con el voto de los chilenos en el exterior, ha hecho lo suficiente por terminar con esta barbaridad. Los proyectos presentados por sus gobiernos fueron siempre de corto alcance, y han terminado entrampados en las dos cámaras del Parlamento. Además, ya existe el acuerdo entre la Alianza y la Concertación de no permitir representación parlamentaria a los chilenos que viven fuera del país. Hay, no obstante, una diminuta hoja de parra destinada a cubrir el abandono cívico en que se encuentran nuestros compatriotas lejanos. Es la “Dirección para la Comunidad Chilena en el Exterior (DICOEX),” una oficinita de gobierno, muy vaga en cuanto misión y objetivos. En suma, mientras a los chilenos en el exterior se les siga negando el derecho ciudadano de elegir a las autoridades políticas de su país, e, incluso, a ser elegidos, la DICOEX no sirve para nada. En verdad, no es sino una cortina de humo para ocultar, probablemente, la mayor vergüenza internacional de Chile.

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