miércoles, 11 de marzo de 2015

CHILE Y VENEZUELA (Segunda parte)

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 20 / 03 / 2015. Un estado socialista, en mayor o menor grado, es posesor y administrador de las principales industrias y suelos estratégicos, cultivables o mineros, de un país. Las viejas revoluciones triunfantes socialistas armadas simplemente confiscaban de sus antiguos dueños esos medios de producción. Contaban con la fuerza militar para hacerlo, fuerza que, por supuesto, también se usó en algunos casos para la comisión de todo tipo de tropelías. Hacer esto en democracia es imposible. Como decía Churchill, parafraseando a Aristóteles, gobernar en democracia es más difícil, y así lo demostró la experiencia chilena con el gobierno de Salvador Allende, quien, tal como lo había prometido en cada una de sus cuatro campañas electorales desde 1952 hasta la de 1970, procedió al traspaso legal de una importante parte de las industrias estratégicas del país, con indemnización a sus ex – dueños, chilenos o extranjeros. La más importante fue la gran minería del cobre, propiedad de la transnacional Andes Mining, aduciendo en este caso el principio de las “ganancias excesivas,” lo que, obviamente, sentó un precedente internacional y le atrajo la ira del gobierno de Estados Unidos. La verdad es que era imposible que el proyecto socialista de Allende tuviese éxito, porque ese Estado socialista, aunque fuese elevado al poder político dentro del juego democrático, no contó con apoyo militar. Esta es, precisamente, la diferencia entre las experiencias socialistas democráticas venezolana y chilena. En Chile, la derecha golpista contó finalmente con un brazo armado para interrumpir el impulso revolucionario del gobierno de Allende, y, además, imponer por la fuerza, de modo perfecto, de A a Z, su modelo económico y político, además, preconizado y propuesto para Chile por el gobierno estadounidense. En Venezuela, las Fuerzas Armadas han seguido unidas al Presidente Nicolás Maduro y el proyecto político iniciado por un militar, el extinto Hugo Chávez. En verdad, el gran pecado de ese país es estar parado sobre un inmenso pozo petrolífero, uno de los mayores del mundo, hoy nacionalizado y administrado por los venezolanos, y hasta hoy, sin la menor intervención militar sobre las instituciones del Estado. En efecto, a pesar de los probados sabotajes a la macro y micro-economía, como el acaparamiento y el desabastecimiento, más la conmoción y desórdenes apoyados y financiados abiertamente por el gobierno de Estados Unidos, los gobiernos de Chávez y Maduro han ganado 18 de 19 elecciones populares en menos de 15 años, incluso con referéndum revocatorio. Negar este hecho es como negar la intervención norteamericana en la serie de golpes de estado en el cono sur americano en los años 70. El ejemplo de independencia económica de la geopolítica y economía global norteamericana que representaba Chile, y que hoy representa Venezuela, es por cierto, un problema muy serio para Estados Unidos, cuyo poderío económico se basa en la dominación de la economía global, particularmente en los países en desarrollo y subdesarrollados. Las intervenciones estadounidenses en la política interna de los países, por la vía encubierta o militar, incluyendo la invasión, son conocidas, cada vez que su capacidad de dominación se ha visto amenazada. Es de comprobación empírica que este histórica constante se ha dado con especial claridad en América Latina, prácticamente en cada uno de nuestros países (CONTINUARÁ).

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