martes, 27 de diciembre de 2011

VOTO VOLUNTARIO

HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 29-12-11.
VOTO VOLUNTARIO
El gran argumento dado por los partidarios de la inscripción automática y el voto voluntario es que este cambio, recientemente introducido al país por las dos coaliciones que comparten el poder político, es que tendería a aumentar la participación ciudadana en las elecciones. Claro, mientras más inscritos hay, más irán a votar… ¡Vaya! Así que bastaba este truco burocrático para terminar con la profunda y vergonzante crisis de credibilidad que tienen los chilenos hacia el sistema político, cual es la gran causa del desinterés por participar en las elecciones. Hay que ser muy candoroso para creer que con el voto voluntario, sin cambiar nada estructural, el pueblo acudirá a las urnas, y nuestro país será mejor y más feliz. Si una democracia es fuerte, es porque realmente es representativa de la voluntad popular; vale decir, por sobre toda otra consideración, es participativa, funcione con voto voluntario o no. Por otra parte, la realidad es que no participar en las elecciones es una forma de votar, aunque, seguramente en muchos casos, generalmente en el de los chilenos más pobres, no sea del todo consciente. “No voto porque no creo en los políticos,” “porque todos roban,” “porque las cosas siguen y seguirán siempre igual,” “porque después de las elecciones nadie se acuerda de mí,” etc., dicen muchos. Otros, los que a conciencia plena tampoco creen en el sistema político, votan, pero votan en blanco, garabatean el voto con algún improperio, o se buscan una excusa post-elecciones. Estemos de acuerdo o no con ellos, estos chilenos actúan así en repudio al engaño que es nuestra “democracia.” En Chile, hay desigualdades sociales abisales que nadie corrige; los chilenos que viven en el extranjero no tienen derecho a voto (único caso en el mundo), puesto que la mayoría de ellos se quedaron en el exilio con sus familias; no hay plebiscitos vinculantes (único caso en el mundo), y un sistema binominal de elecciones (también único en el mundo) que condena al país no sólo a un eterno empate político, sino a la conservación de lo que en Chile se instituyó sólo por la fuerza bruta. Los antiguos atenienses, que fundaron la primera democracia en el siglo VI a.C., aun con todas las limitaciones impuestas por el tipo de sociedad entonces existente, sabían lo que ella era. No sólo se otorgaba el derecho a voto a todos los ciudadanos, sino se lo acompañaba con la exigencia legal de ejercerlo, puesto que un ciudadano no sólo tiene derechos, sino deberes. Las autoridades políticas eran elegidas en voto secreto, que podía contener las palabras “me abstengo.” El cohecho era imposible, puesto que los candidatos no tenían nada que ofrecer a sus electores, ni plata o “pegas,” puesto que los cargos administrativos de la ciudad-república eran sorteados entre los ciudadanos. Comparemos: la clase política de Chile es una de las de menor base representativa popular del mundo, y, además, el país nunca ha sido administrado “por los mejores,” sino exclusivamente por militantes de los partidos gobernantes. Lo peor, sin embargo, es la falta de interés por la política. Una inmensa mayoría de chilenos en edad de votar no se inscribió nunca en los Registros Electorales, y muchos inscritos no concurren a votar. El resultado no puede ser más decidor: nuestras autoridades son elegidas por sólo poco más de la mitad del país, y a veces por una minoría, como el propio actual Presidente de la República, apenas elegido con poco más de una quinta parte de los chilenos en edad y condiciones de salud mental de votar. Cuentos aparte, la voluntariedad del voto no terminará con la abstención, puesto que nada se ha hecho por re-encantar al pueblo en el amor por la política, en su sentido más limpio y pleno. Lo más probable es que suceda lo contrario. Como habrá más electores, más aumentará la parafernalia electorera y los gastos de las campañas, mientras la pobreza sigue y sigue, y faltan aulas en las escuelas públicas y camas en los hospitales. El sistema binominal seguirá; a los chilenos que viven fuera del país se les seguirá indefinidamente usurpando el derecho a votar; no habrá plebiscitos vinculantes para nada, y la represión contra el descontento popular seguirá viento en popa. A propósito, el proyecto del Ministro Hinzpeter “Resguardo del Orden Público” será votado la primera semana de enero…

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