martes, 3 de enero de 2012

EL LEGADO DEL 2011

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 5 / 1 / 2012.
EL MAYOR LEGADO DEL 2011
Como seres humanos que vivimos el tiempo juntos, compartiendo lo que nos ocurre como sociedad, estamos obligados a reflexionar sobre lo que nos ocurrió durante el año que se va. Es la única forma de prepararnos bien para vérnoslas con las vicisitudes que nos depara el año que se nos viene, y, por supuesto, para procurarnos en su transcurso la mayor bonanza para todos, especialmente para los millones de chilenos que más sufren necesidades e injusticias, a los compatriotas a quienes el destino desde hace demasiado tiempo se sigue empeñando en serles adverso. ¿Qué se puede aprender de lo ocurrido el 2011?, ¿qué nos dejó de positivo que nos pueda servir para el futuro? A mi juicio, es el hecho histórico, inédito por décadas, totalmente nuevo y prometedor del despertar ciudadano. La población chilena, por fin, está saliendo de un letargo, marasmo e indiferencia que ya se hacían interminables. “Non sine sole iris” (sin sol no hay arco iris), decían los latinos, y así fue. La juventud estudiantil chilena abrió el camino. Inmensas manifestaciones populares desde los más diversos sectores sociales, conmovieron al país y sorprendieron horizontalmente a nuestra aburrida clase política profesional. Es sólo el comienzo, pero que auspicia la esperanza de cambios importantes en nuestra patria. La población, por fin, se ha empoderado y decidido a tomar la iniciativa, porque sabe que si no lo hace, nadie solucionará sus problemas. En otras palabras, ha comprendido que nada importante cambiará si se sigue creyendo en las leyes vigentes y las autoridades políticas que se eligen en rutinarias elecciones, cuyos resultados se conocen de antemano. Ya hay plena conciencia que se debe terminar con la astuta dictadura que nos rige, disfrazada de “democracia.” Funciona sobre la base de una constitución política -ilegítima y espuria en su origen- que, en tanto incambiable, sólo perpetúa las injusticias sociales. El insólito sistema binominal de elecciones, único en el mundo, es el sostén de esa constitución. De hecho, no es más que una treta destinada a eternizarla. El binominalismo se inventó para que el poder se lo repartan sólo dos coaliciones, en un empate permanente y contrario hasta la abyección al principio de la representatividad popular. Para empezar, jamás el parlamento elegido podrá cambiar las leyes importantes, porque las exageradas mayorías parlamentarias que se exigen para ello lo hacen imposible. En otras palabras, el mismo bando que gobernó en su beneficio el país durante la dictadura militar, sigue con la sartén por el mango, como si nada hubiese ocurrido. No sólo eso; en virtud del sistema binominal, el país ha terminado en una triste “partidocracia,” generadora de caudillos y operadores políticos que se “apernan” en el poder y en sus cargos. En eso han caído también los partidos de la coalición que se oponía a la dictadura; está última la madre y autora del sistema. Siempre en la vida política ha habido caudillos ambiciosos e inescrupulosos, dispuestos a todo por medrar hacia el poder. Eso parte de la naturaleza humana. La diferencia está en que hoy, más que nunca, el sistema de elecciones favorece el surgimiento y permanencia indefinida en el poder de este tipo de personajes; por cuanto el sistema demanda mucho más lobby, manipulación y componendas internas que antes, a lo que nunca recurriría una persona honesta y correcta. El funcionamiento del binominalismo chileno es muy simple. Por ejemplo, si en una elección una lista consigue el 60% de los votos, elegirá un parlamentario. En esa misma elección, si la lista que obtiene la segunda mayoría, con sólo el 30,01% de los votos, elegirá al segundo parlamentario. Es decir, el 60% es absolutamente igual al 30,01%. Si la tercera lista obtuvo el 9,09% de los sufragios, no elegirá a nadie, y no tendrá voz en ninguna parte. Pero hay algo peor aun: si un candidato de la tercera lista obtuvo más votos personales que todos los candidatos, no será elegido. ¿Qué democracia puede ser ésa? Empates y más empates que hacen imposible la consecución de los quórum calificados que permitan cambiar las leyes. Más que una educación democrática y de calidad; más, incluso, que la mayor justicia social, lo que está tras del despertar ciudadano que eclosionó como un volcán el año que se nos fue, es la lucha de la inmensa mayoría del país por el necesario y urgente cambio de fondo de nuestra institucionalidad. Este 2012, sin duda, será el año de su continuidad.

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