jueves, 17 de mayo de 2012

CENTRALISMO: MARGINALIDAD Y ABUSO

HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 17 / 05 / 2012. CENTRALISMO: MARGINALIDAD Y ABUSO. Chile tiene un enorme y único Estado, altamente centralizado, desde donde se dictan todas las políticas públicas nacionales. El centralismo nuestro viene de los albores de nuestra historia como nación. Los primeros patriotas, sobre todo O’Higgins, con el fin de evitar la acción de caudillos belicosos, caciques y patrones políticos en provincias, decidieron el unitarismo como la gran característica administrativa del país. Era, por cierto, la única manera de asegurar la paz política de la emergente nación, que por su extensión, era difícil ejercer en ella un buen control territorial de su población. Esos tiempos post-revolucionarios, tras dos siglos de desarrollo, han cambiado, mas no nuestra condición centralista, con muy infelices consecuencias. En efecto, el antiguo autoritarismo centralista ha terminado por relegar a la mayor parte de la ciudadanía del país a una condición de cuasi-vasallo del centro. Es más, como lo ha probado infinidad de veces la Araucanía, y recientemente Aysén, entre otras regiones, algunas han llegado a la más evidente marginalidad y subdesarrollo. No puede ser de otro modo, por el alto grado de concentración humana y económica en el centro del país, probablemente una de las mayores del mundo. La Región Metropolitana (RM) no es la mitad del país, como algunos creen. Constituye, además, sólo el 2% del territorio nacional y, sin embargo, posee el 49% del recurso humano intelectual y técnico del país. Es así como produce el 43% de producto interno bruto (PIB). Los efectos de esta exagerada centralización están a la vista. Según cifras oficiales, el ingreso promedio de los hogares de la RM es 24% más alto que el promedio del país. La pobreza promedio en Chile es de 15,1%, pero en la RM, con todos sus problemas (la crudeza del invierno, el hacinamiento urbano, la locomoción pública, etc.), es de 11,5%. El promedio de pobreza del país es más alto en cada una de las regiones que en la RM, alcanzando límites de subdesarrollo absoluto en algunas zonas, con promedios que se desplazan entre el 20 y hasta el 25%. Hay vastas regiones del país en que la actividad cultural es prácticamente nula, sin universidades ni institutos profesionales, uno de los mayores reclamos que el pueblo de Aysén hizo al Estado en sus movilizaciones. Todos los indicadores de atención social, como los bio-medicosociales, el transporte urbano, educacionales, etc., son mucho mayores en la RM que en el resto del país. Tomemos sólo como ejemplo el Ferrocarril Metropolitano (el Metro de Santiago). El Metro tiene 100 kilómetros de extensión. Con las nuevas líneas 3 y 6 aumentará 37 kmts., con una inversión de 2.758 millones de dólares. Además se destinarán 406 millones de dólares para remozar y mejorar la red actual, con un total de 3.154. millones. Nunca en la historia del país ha habido una provisión semejante de recursos para los transportes urbanos e interurbanos regionales. Además, hay cálculos que indican que las inversiones que se han hecho en el sistema del Trans-Santiago (el desastre más descomunal técnico-urbano de nuestra historia) en los últimos años, equivalen a la provisión de todas las carreteras de costa que aún hace falta construir en el litoral chileno En fin, la condición centralista de Chile es discriminatoria, y análoga a la del mundo, con poderosas naciones desarrolladas, rodeadas de una periferia que le provee de las materias primas necesarias para su desarrollo. Efectivamente, la mayor capacidad industrial e intelectual del país está en la RM, mientras que las regiones producen la mayor parte de las materias primas que se utilizan en el país, y que, además, lo proveen de recursos en moneda dura, que, como sabemos, su distribución no sólo es privativa del centro, sino además, lo favorece directamente. Como dice el dicho popular “el que reparte, se deja la mejor parte.” En efecto, aunque es en regiones donde están las riquezas básicas del país, bien poco es lo que ellas obtienen de las ganancias que tales riquezas generan. Nadie habla de secesión, sino de equidad y solidaridad. Las regiones, cuyos trabajadores extraen aquellas riquezas de la tierra, merecen desarrollarse en un clima general de igualdad. Ya es hora que Chile entre a los nuevos tiempos, que existan tributos regionales que se suman a los recursos del Estado y que cada región defina qué hacer con ellos; que los precios de los productos, salarios y pensiones varíen de acuerdo a las condiciones de vida de cada región, con zonas francas en las regiones más postergadas. Es hora también que las autoridades regionales, partiendo por los intendentes, sean elegidos democráticamente por la ciudadanía, con Parlamentos regionales también elegidos por los ciudadanos. En fin, establecer en cada región una discriminación positiva, proporcional a sus necesidades, y que parte importante de lo que produzcan, vaya en su beneficio directo. Esa es la mejor forma de hacer democracia, y estimular al pueblo hacia el trabajo solidario y creador.

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