sábado, 18 de julio de 2015

LA CHINITA

PROF. HAROLDO QUINTEROS. 17 / 07/ 2015. La “Festividad de la Virgen del Carmen de La Tirana” nos toca muy directamente como iquiqueños. En este día 16 de julio, el día de la Virgen María, nos referiremos a ello. Por cierto, llegado este día, Iquique se despuebla, porque la mayor parte de los iquiqueños participa en este evento católico -el mayor del país- con un gran y siempre creciente número de bailes religiosos que, en el transcurso de varios siglos, se han venido formando sin cesar en su honor. Valen, entonces, algunas reflexiones y aclaraciones sobre esta festividad que, además, atrae a millares de peregrinos de todo Chile y de países vecinos. Veamos: Su razón primigenia se sitúa mucho más allá del credo propiamente católico. Primero, subyace en la conciencia del ser humano, en todos los tiempos, la tendencia de amar de un modo naturalmente entrañable y preferencial la figura de la Madre, lo que en el ámbito religioso se ha traducido en la adoración masiva a una divinidad femenina. Nótese también que el culto a María tiene también un claro sesgo de género, que cobra especial fuerza en el mundo de las mujeres, particularmente en las del pueblo, que ven en la Virgen María la réplica exactamente contraria a su condición general de sometimiento -a menudo, brutal- al régimen patriarcal aún imperante. En el plano netamente científico, se ha demostrado que la primera figuración humana de dios no fue el dios-padre, sino la diosa-madre; es decir, no un hombre, sino una mujer; esto, en virtud de la relación entre organización social y el fenómeno religioso. En efecto, en las primeras agrupaciones humanas inteligentes, fue el espíritu femenino el predominante en todos los aspectos de la vida, pues al varón, por su condición física, le correspondía abandonar a diario los primeros lares para cazar y recolectar alimentos. Es la época conocida como matriarcado; que no es, como vulgarmente se cree, aquél en que la mujer “manda,” sino el tipo de sociedad en que la mujer es su primera organizadora, sostenedora y administradora. Esa fue la época de la Diosa-madre, de la que dan cuenta infinitud de pruebas arqueológicas. Por supuesto, la agricultura, la domesticación y crianza de animales, volvió al hombre al hogar, y con ello, advino el levantamiento de las primeras aldeas agropecuarias. Vino luego la división del trabajo, las jerarquías políticas y sociales, las guerras, los ejércitos y su corolario final: el patriarcado y... el dios-padre. Si consideramos que el homo sapiens, o el homínido que más se le acerca, apareció en la tierra hace unos 80 a 100 mil años, el matriarcado ha sido el período más largo de la historia, lo que inevitablemente dejaría su marca, que perdura hasta hoy. La adoración a la divinidad femenina no ha desaparecido, incluso en civilizaciones tan andro-céntricas como la que dio origen al Islam, que reconoce en ciertos personajes femeninos cercanos al Profeta Mahoma (y la propia madre del Nazareno) rasgos distintivos que los hacen cuasi-divinos. En la civilización cristiana-occidental católica, evidentemente menos patriarcal que el mundo musulmán, a pesar de su popularidad, María sólo ha tenido, en razón de la autoridad eclesial, una posición secundaria (consejera, auxiliadora, intercesora, etc.), a pesar que, en la realidad, la adoración que la Madre de Jesús recibe del pueblo, es inmensamente mayor a aquella con que se adora a Dios Padre y al propio Jesús, el Hijo Unigénito. El protestantismo, como sabemos, no admite la divinidad de María, aunque es muy raro hallar un hogar protestante del pueblo en que se la niegue. De hecho, la exclusión oficial de la Virgen en el credo y práctica protestantes es contradictoria con lo que creía el propio Martín Lutero, el fundador de esta variante del cristianismo, tan contraria al catolicismo, Lutero, ya habiendo sido excomulgado en 1521, decía en 1527 que “desde el primer momento en que Ella comenzó a vivir (o sea, desde su concepción) estuvo libre de pecado.” En otras palabras, los primeros protestantes admitieron, al igual que el Catolicismo, la Inmaculada Concepción de María, y obviamente con ello, su divinidad; vale decir, su condición de ser para el mundo cristiano, el primer ser humano ungido directamente por Dios; en su caso, para dar vida en su vientre al Salvador, tarea que Ella comparte al unísono con Dios Padre. Ahora, vamos a nuestra cultura latinoamericana y el lugar que María ocupa en ella. Detengámonos en el nombre "China” o “Chinita” con que sus devotos la evocan. Pues bien, aunque la mayoría de sus fieles no lo saben, tal apelativo no es chileno. De partida, “La Chinita,” y la cofradía danzante “Los Chinos,” que le rinden tributo en La Tirana y en muchas otras festividades, no tienen nada que ver con el país China ni sus habitantes. La palabra viene de la voz quechua “xinu”, que quiere decir “servidor,” castellanizada como “chino." La referencia tiene su origen, según el credo católico localizado en América Latina, en la prontitud con que la Virgen acude a servir a sus hijos, tal como lo haría una madre; de ahí que los católicos europeos (sobre todo en España, Italia, Polonia, Irlanda y Francia) no la llaman así. Sin embargo, más que a Ella como servidora, el mote es sólo extensión de la palabra “chino(s),” sus servidores, que en la forma de bailes u otras expresiones (como la santa mejicana llamada "la China Poblana"), abundan en todo el sub-continente latinoamericano. Por cierto en todas partes, los primeros bailes, cantores y pregoneros marianos, sin excepción, se llamaron “Chinos,” tal como el que existe en Iquique. Vale la pena aquí recorrer un poco nuestros países hermanos. "La Chiquinquirá", o "La Chinca" es un lugar de adoración a María situado en Colombia, al que, como en el caso de La Tirana, acuden peregrinos de otros países, especialmente de Venezuela, Perú, Ecuador y Brasil. También en la Chinca se ven y se oyen coloridos conjuntos bailando y cantando en su honor. La "gaita" es un tipo de canción religiosa venezolana, que recomiendo oír en la voz de Tulio Medina, su primer exponente. En una de sus gaitas, Medina canta: "Gaitero de Maracaibo soldado valiente de la tradición, que cantas a la Chinita las gaitas bonitas que da tu región..." Como ven, somos pueblos no sólo de una misma historia, sino de un antigua y común cultura.

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