martes, 26 de marzo de 2013

ACUSACIÓN CONTRA EL MINISTRO BEYER

HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 29 / 03 / 2013. El eje de la acusación constitucional que varios parlamentarios de la Concertación harán contra el Ministro de Educación Harald Beyer es, según ellos, la nula preocupación ministerial por impedir el lucro en la educación superior, grave ilícito contemplado expresamente en la Ley. El gran argumento que exhibe el Ministro y la derecha para recusar la acusación es de carácter ético. Beyer ha declarado que ordenó la investigación de cinco universidades, mientras que la Concertación, su promotora, no investigó jamás ni una sola; vale decir, no tiene la solvencia moral para acusarlo. Eso es cierto, pero tal defensa no puede ser más feble. Por una parte, la supuesta investigación de cinco universidades no ha llegado a ningún resultado ni término; y, además, si la derecha admite que sabía que había lucro en los gobiernos de la Concertación, ¿por qué en su oportunidad no fue ella la acusadora? ¡40 años con este ilícito encima del pueblo chileno, y en todo ese lapso la clase política completa se desentendió del problema! ¿No les parece sospechoso? Veamos: Es obvio que los parlamentarios y dirigentes políticos de derecha, autores del sistema subsidiario en Educación, y muy a menudo con intereses creados en todos los niveles del sector educacional privado, se opondrán al libelo, porque así se desprestigiaría demasiado el modelito que ellos impusieron en el país por la fuerza bruta. Sin embargo, a la vez y muy sugestivamente, también se oponen a él conspicuos personajes de la Concertación; entre otros, los ex – ministros Velasco, de Gregorio, Brunner Mariana Aylwin y Bitar (los tres últimos nada menos que ex – ministros de Educación). ¿No será porque, además de tener intereses creados en la educación privada, temen que los resultados de la investigación revelen sus responsabilidades en un delito que se ha venido cometiendo desde hace 23 años? Nadie ignora que siempre ha habido lucro en las universidades, al punto que hasta el propio ex – ministro de Educación de esta administración Joaquín Lavín confesó una vez en el programa “Tolerancia Cero” haber obtenido dinero en su condición de miembro del directorio de una universidad privada. La ineptitud de nuestra clase política en torno a este problema ha sido tal, que la bomba no explotó porque el gobierno o la Concertación se interesaron milagrosamente por terminar con el lucro en las universidades, así, de un rato a otro. No, la verdad pura es que al descubrirse la existencia de sobornos en la acreditación de las universidades, se destapó la nauseabunda olla del lucro. El detonante fue la renuncia de Raúl Urrutia, rector de la Universidad del Mar, la entidad que sobornó al Presidente de la Comisión Nacional de Acreditación para obtener su acreditación. Se recordará que en mayo de 2012, la renuncia de Urrutia vino aparejada con su acusación pública, y con pruebas, que los dueños de esa casa superior de estudios, además de “coimeros,” lucraban a través del desvío de fondos a empresas inmobiliarias relacionadas. Por eso es que llama la atención que el Ministro Beyer aduzca que él no puede ordenar ninguna fiscalización sobre lucro si no hay “denuncias formales,” en circunstancias que denuncias ha habido a granel, formales e informales. Entre ellas está el acucioso estudio sobre el lucro en las universidades de la periodista y Premio Nacional de Periodismo, María Olivia Mönckeberg, plasmada en un libro suyo que cualquier vecino puede comprar en la calle. También está el trabajo realizado por los académicos de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile Carola Canelo, Miguel González y Joaquín Polit, fechado en septiembre de 2011. A tal punto llegó la seriedad de este estudio, que la abogada Canelo advirtió al Ministro Beyer que si el gobierno no cumplía con el deber de intervenir a todas las universidades que lucran, “la Cámara de Diputados podía acusarlo constitucionalmente por no velar en el cumplimiento de la ley en materia educacional.” En suma, este gobierno no ha tenido real intención de acabar con el lucro en las universidades, pero tampoco lo tuvo la Concertación. Por esta sola razón, es un error pensar que con su acusación la Concertación sólo busca dividendos políticos en este período pre-eleccionario. Todo lo contrario; los acusadores saben que el lucro no tuvo control ni sanción desde la administración Aylwin hasta Bachelet, lo que se les enrostrará en el proceso acusatorio. Además, con toda seguridad, la propia candidata presidencial de la Concertación será emplazada en torno al tema, tanto por la derecha como por la izquierda. En todo caso, lo positivo es que la puerta hacia la verdad ha empezado a abrirse, y eso, objetivamente, se debe a la Concertación, que, aunque tarde, ha obligado a la clase política entera a transparentar el verdadero destino de los fondos que entran en las universidades privadas, aun a costa de develarse la indiscutible responsabilidad que también a ella le cabe en este escandaloso fraude al pueblo chileno.

martes, 19 de marzo de 2013

EL DILEMA DE MICHELLE BACHELET.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 22 DE MARZO DE 2013. Michelle Bachelet no vuelve a Chile en busca de una vida retirada y ajena a los avatares políticos, sino a transformarse en la candidata presidencial de la Concertación de Partidos por la Democracia. Objetivamente, lo más probable es que ella vuelva a ocupar la Primera Magistratura del país; ello, no sólo porque así lo revelan todas las encuestas aplicadas hasta ahora sobre el tema, sino porque, simplemente, para el pueblo ha llegado, una vez más y en forma de rutina, la hora de volver a probar con el “contrario” del que está en el gobierno… a ver si, por fin, las cosas mejoran. El binominalismo en materia de elecciones, impuesto al país en 1980 por la derecha armada, en plena dictadura y tras un escandaloso fraude plebiscitario, ha conseguido entronizar en Chile la noción que, al fin de cuentas, sólo dos son las fuerzas políticas destinadas a gobernarlo, la vieja derecha y la Concertación. En efecto, el régimen binominal, estatuido sólo para las elecciones legislativas, marcó irremediablemente todas las demás, y así, en la práctica, sólo esas dos coaliciones tienen las de ganar. La mayoría ciudadana, entonces, vuelve su mirada, esperanzada, hacia Michelle Bachelet. Los más críticos, que recuerdan bien que en sus cuatro años de mandato nada sustancial cambió, dirán “¡qué diablos!, no hay más opción que elegir el mal menor.” Por cierto, todavía son millones los chilenos que lo pasan mal, y algunos muy mal. El neoliberalismo vigente, impuesto al pueblo chileno por la sola vía de la fuerza bruta, insiste ciegamente en la entrega de la totalidad de las funciones y servicios sociales a los grandes imperios privados, chilenos o extranjeros, con el menor control y gasto público posibles. El resultado está a la vista. Por lo menos, la cuarta parte de la población es definitivamente pobre, y otro tanto tiene hoy un perfil socio-económico endémicamente deprimido, a la par que sólo las grandes empresas y bancos usufructúan del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), del cual tanto se vanaglorian los campeones del neoliberalismo. Mientras tanto, la riqueza nacional sigue concentrándose en unos pocos, en apenas 4459 familias (no más de 25.000 personas), que, además, son los dueños y regentes de no más de 114 imperios económicos. Esta situación de sostenida y creciente desigualdad, de injusticia social y de ausencia de democracia real, no ha variado en 40 años, de lo cual no son sólo responsables los mentores del sistema, hoy en el poder del gobierno, sino también la Concertación, su supuesta enemiga. Hoy, la pregunta que debe hacerse Michelle Bachelet es si su gobierno será de corte nuevo, distinto al que presidió hasta hace tres años, o seguirá marcando el paso dentro del socialmente fracasado orden neo-liberal. “To be or not to be,” se preguntaba Hamlet; Bachelet debiera preguntarse “seguir o no seguir con lo mismo, y con los mismos.” Humildemente, como el último ciudadano de base, le sugiero a Michelle que no comprometa su gobierno al consejo y arbitrio de los desprestigiados corifeos de la Concertación, como lo hizo cuando Presidenta. El primer gobierno de derecha post-dictadura, lógicamente ha hecho lo que debía hacer: consolidar en la práctica su credo doctrinario, que ella misma implantó en el país: favorecer al máximo los mega-intereses económicos nacionales y extranjeros y sin el menor interés por terminar con las atroces desigualdades sociales existentes; menos aun, por cuidar y preservar nuestra naturaleza. Pues bien, la Concertación, elegida por la mayoría del país para revertir aquello, no cumplió ese mandato. En los hechos, se hizo parte del sistema establecido en dictadura, y en el mejor de los casos, trató de “humanizarlo” con dádivas, bonos y cosmética que, por lo demás, también hace la derecha; y todo, en un clima de pobreza moral de la política al que nuestro pueblo, parece haberse acostumbrado. A los trabajadores se les niega un sueldo mínimo apenas medianamente decente, mientras el PIB sigue concentrándose en unos pocos. Esta situación la remata con cruel sarcasmo la propia clase política nacional. En efecto, los parlamentarios de la nación, que además controlan las directivas nacionales de los partidos políticos, se aumentan muy unidos y unilateralmente sus dietas en millones de pesos. Bachelet, entonces, tiene dos caminos: someterse al orden actual, como ya lo hizo una vez, o encabezar un gran movimiento ciudadano que se proponga cambiarlo, liderando el rearme moral y la limpieza que necesita el país. Eso significa iniciar el proceso de sustitución de la podrida estructura política y económica en que se desenvuelve la nación, por una que sea digna y justa; es decir, que descanse en una nueva y democrática constitución política, lo que sólo será posible si la Presidenta acerca a su gobierno a los movimientos sociales, a los estudiantes, maestros, a los mejores intelectuales y profesionales, a los organismos regionales, sindicales y étnicos. Esperemos que tenga ese coraje, para que la caldera social, ya en plena ebullición, no termine por explotar.

viernes, 8 de marzo de 2013

DESPIDO DE MAESTROS.

Patético comienzo del "megaproyecto educacional" de Soria. A la manera del más pragmático de los administradores neo-liberales, su gestión se ha iniciado este año con el despiadado y masivo despido de maestros, tras el consabido e hipócrita subterfugio de la "no renovación de contratos a plazo fijo." En efecto, el régimen subsidiario en Educación que rige al país, también afecta el modo de contratación de profesores en todos los niveles del sistema educacional chileno. Por cierto, virtualmente ya se ha establecido el falaz expediente del “contrato a plazo fijo,” que, por supuesto, no es más que un atroz abuso contra el trabajador. Por supuesto, este contrato no es de libre elección del contratado, sino una unilateral obligación que se le impone, y que debe aceptar, forzado por la necesidad de proveer de sustento a su familia. El argumento del caudillo y sus oficiosos adláteres de CORMUDESI, condice muy bien con la filosofía mercantilista en que se encuentra sumida nuestra Educación de Estado. Se ha reducido, en calidad de “medida de ahorro,” la cantidad de las horas de clases, porque eran "demasiadas" en relación a la cantidad de alumnos por curso. Arguye, además, que el financiamiento de un curso debe contar con 40 o más alumnos. Las dos primeras preguntas que se haría cualquier persona de inteligencia normal es, ¿cómo es que se despide maestros para “ahorrar” en el rubro más importante del desarrollo social, la Educación, justo en una de las comunas de mayores ingresos del país? y, ¿carece de imaginación el alcalde como para no poder conseguir e inyectar fondos a la educación desde otras vías? Por otra parte, cualquiera persona que algo entienda de Pedagogía preguntaría, ¿cuál es el "revolucionario" megaproyecto” de Soria, si avala la vieja y supina aberración del exorbitante numerus clausus de niños por curso existente en el país? El más grave problema de la educación escolar de Iquique lo constituyen los precarios índices de rendimiento escolar, y éstos nunca mejorarán si no se corrige el problema del ratio profesor-alumnos por clase. Para ello, ¡sancta simplicitas!, se precisa de maestros, y no deshacerse de ellos. Además, sobre este problema hay excelentes propuestas pedagógicas internacionales que, evidentemente, Soria y su “equipo” no conoce. Finalmente, es una vergüenza que los dirigentes del Colegio de Profesores local no hayan encabezado un movimiento ciudadano contra la medida, ni salido masivamente a las calles para protestar ante este atropello y grave daño a la educación de nuestros niños. Peor vergüenza todavía es que haya tenido que viajar a Iquique su presidente nacional para aclarar las cosas. En fin, la magra calidad de la educación escolar municipal de Iquique y los consecuentes bajos rendimientos de nuestros niños, debe solucionarse urgentemente con medidas pedagógicas, y no despidiendo maestros. Eso sólo acelera el proceso de la desaparición de la educación estatal gratuita para nuestro pueblo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

EL RECIENTE INCIDENTE FRONTERIZO CON BOLIVIA: UNA EXPRESIÓN MÁS DE LA DESUNION DE LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21, 8 / 03 / 2013. Antes que nada, hoy 8 de marzo, cuando en todo el mundo se celebra un nuevo Día Internacional de la Mujer, vaya mi más cariñoso saludo a las mujeres de Iquique, haciendo votos por su felicidad personal y éxitos en su larga lucha por la conquista total de los derechos que como seres humanos les corresponde. Hoy voy a un tema que ha adquirido especial relevancia nacional e internacional: el caso de los soldados bolivianos apresados en las cercanías de nuestra frontera con el país altiplánico. Cualquiera persona medianamente objetiva observará que el cruce de nuestras fronteras por tres conscriptos bolivianos, por no más de 1500 metros, no es proporcional a la medida de arrestarlos por más de un mes, someterlos a un juicio inútil, que, como siempre se supo, debía inevitablemente derivar en su liberación. Habida cuenta de nuestra situación geo-política en el contexto latinoamericano, el gobierno de Chile debió medir reflexivamente las consecuencias internacionales que sobrevendrían de la medida tomada, justo en los momentos en que la comunidad internacional tiene sus ojos puestos en el próximo fallo de La Haya sobre el triángulo marítimo que Perú demanda de Chile, y justo también cuando al gobierno de Bolivia no se le escapa foro internacional ni la menor coyuntura para impetrar de Chile, y ante el mundo entero, una salida “soberana” al mar a través de Chile, con el reciente agregado de “continuidad geográfica,” una exigencia absurda y carente de sentido de la realidad y lógica política. Desde el mismo instante de su captura, se supo que los capturados, casi adolescentes, no fueron descubiertos en ningún acto ni asolapado plan de guerra o de espionaje, porque, evidentemente, no tenían el equipo militar ad hoc ni el entrenamiento que delatara el más mínimo atisbo de ello. Además de haberse acreditado ese hecho ante nuestros propios tribunales, Bolivia ha declarado, con exhibición de las correspondientes pruebas, que por órdenes superiores los jóvenes perseguían a malhechores contrabandistas. Ergo, esos muchachos cruzaron la frontera sólo por error. La verdad es que es inexplicable que estos traspasantes no hayan sido devueltos de inmediato a su país por orden del gobierno chileno, previa identificación, confiscación de sus armas (los tres sólo tenían una), una nota de protesta y exigencia de explicaciones de cancillería a cancillería. Eso no sólo corresponde a derecho, sino así se estila en situaciones como ésta en todas las latitudes del mundo. Además, casos como éste los ha habido siempre en la región, y, específicamente, también ha afectado a soldados chilenos, especialmente en nuestras fronteras con Perú. Por supuesto, es falso que haber derivado el caso al Poder Judicial haya sido “lo único que podía hacer el gobierno de Chile,” como arguyen sus voceros y el propio Presidente de la República. La imprudencia del gobierno de encarcelar por más de un mes a tres simples conscriptos extranjeros que cruzaron por error la frontera fue, por decirlo suavemente, un serio error en materia de relaciones exteriores, que ya nos está costando un inmerecido desprestigio internacional, justo en momentos cuando más prestigio necesitamos como país buen vecino, tolerante, reflexivo y pacífico. Además, está sirviendo brillantemente al gobierno boliviano en su estrategia general de impetrar ante el mundo, con más ruido que nunca y nuevas exigencias, una salida al mar por nuestras costas. En cuanto a nosotros los iquiqueños, el desaguisado ha puesto en riesgo la fluidez del nutrido comercio de ZOFRI hacia y desde Bolivia, y para rematar, ha exacerbado inútilmente los viejos sentimientos xenófobos anti-chilenos existentes en Bolivia. Empero, lo realmente básico en torno a este incidente, es que ha develado una vez más la desunión que por dos siglos ha caracterizado a las naciones latinoamericanas. Este es el tema de fondo que hay tras el incidente. Nuestra desunión, para empezar, es la mayor afrenta que los gobiernos latinoamericanos han venido infligiendo por más de dos siglos a los Libertadores, que consiguieron, UNIDOS, liberarnos de un imperio decadente, reaccionario y predatorio, el viejo imperio español. Los Libertadores, con un sentido visionario que realmente asombra, luego de conseguir nuestra independencia en una larga y sangrienta guerra continental, no cejaron hasta su muerte en la lucha por hacer de América Latina una federación de países capaces de enfrentar con éxito al nuevo imperio que se alzaba desde el siglo XVIII en el continente, el norteamericano. Esa fue su lucha más importante. Los Libertadores sabían muy bien que si las naciones surgidas de la Guerra de Independencia contra el imperio español lograban integrarse, no serían nunca presa de los nuevos imperios surgidos de la Revolución Industrial, muy especialmente del más cercano, Estados Unidos. Pocos años después de la gesta libertadora, los grandes patriotas fueron derrocados, desterrados o asesinados por las élites económicas y políticas del pasado. Ellas, además de no haber jugado ningún rol en la guerra independista, en lugar de asociar a nuestros pueblos y hacerlos compartir fraternalmente las inmensas riquezas del subcontinente, se alinearon con el nuevo imperio, y en connivencia con él, han profundizado nuestra desunión, hasta el extremo de embarcarnos en fratricidas, largas y sangrientas guerras que más han beneficiado sus intereses y los del imperio que a nuestras poblaciones. Esas tensiones aún tienen a nuestros países enfrascados en desgastadoras disputas territoriales, desconfianza mutua, costosas carreras armamentistas, ausencia de democracia, y la persistencia del militarismo como doctrina, llegados los empates políticos internos. En este fatídico juego, tal como lo dijera Simón Bolívar, ha estado siempre la mano de Estados Unidos, el imperio de hoy, que ya en el fragor de la lucha independentista nuestra miraba a América Latina sólo de dos maneras: o bien, como un futuro contendor, o un amplio y suculento traspatio de riquezas en donde podía imponer con toda ventaja sus capitales, y por la fuerza bruta si fuera necesario. Por ello es que Estados Unidos nunca tomó partido en la guerra de las colonias hispanas contra el imperio español. En 1812, cuando Napoleón era derrotado en Rusia, al tanto que en toda América Latina arreciaba la guerra independentista, James Monroe, Secretario de Estado norteamericano, decía “… Estados Unidos se encuentra en paz con España, y no puede, en ocasión de la lucha que ésta mantiene con sus diferentes posesiones (sí, como se oye, ¡”posesiones”!) dar ningún paso que comprometa su neutralidad.” Tal neutralidad era, además, falsa. Un solo ejemplo: en 1810, la Junta de Caracas envió a Estados Unidos a dos plenipotenciarios para recabar una importante compra de armas, acordada previamente, y con el obvio objetivo de ser usadas en la Guerra de Independencia. Al llegar a su destino, los enviados caraqueños se encontraron con la sorpresa que las mismas armas ya habían sido vendidas a España, cuyo fin era exactamente lo contrario, aplastar la insurrección patriota en Latinoamérica. Más tarde, Bolívar, el más ilustre de los Libertadores, escribía en su “Carta de Jamaica”: “…nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos.” En cuanto a Chile, en agosto de 1818, unos meses después de la gran victoria de Maipú, el Padre de la Patria don Bernardo O´Higgins envió a Washington a Manuel Hermenegildo de Aguirre con la misión de gestionar el reconocimiento de Chile por Estados Unidos, como país libre y soberano. Al llegar allá, Aguirre fue arrestado. El gobierno estadounidense así justificó esa insólita acción: “Una nación neutral viene obligada a hacer reconocimiento de soberanía, sólo cuando ésta descansa en una realidad.” Vale decir, para ese gobierno, en 1818, Chile todavía no podía cantar victoria, y era todavía recobrable para el moribundo imperio español, con el que Estados Unidos tenía las mejores relaciones. El 5 de enero de 1820, O’Higgins escribía al entonces presidente Monroe: “… De cuánta complacencia será para nosotros que llegase el suspirado instante (del reconocimiento de nuestra independencia)…etc.” Esa carta no fue respondida nunca, y Estados Unidos no nos reconoció como nación libre hasta muchos años después. ¿Por qué? Pues porque O’Higgins y todos los primeros libertadores aún gobernaban, y buscaban afanosamente la más férrea y completa unidad de nuestras naciones. Las clases dominantes latinoamericanas, en estrecha vinculación con Estados Unidos, salvo levemente, nunca han apoyado seriamente esa doctrina. Sólo recordemos el “Pacto Andino,” al cual perteneció Chile hasta 1974, año en que Pinochet, un títere del imperio, ordenó nuestro retiro de esa asociación que involucraba, por primera vez de manera profunda, la cooperación económica mutua entre varios países del cono sur latinoamericano. En suma, nuestra desunión ha impedido nuestro desarrollo e independencia económica, y nos ha envuelto en un clima de confrontación, etnocentrismo y chauvinismo que, precisamente, ha tenido evidente expresión en el lamentable incidente protagonizado por tres conscriptos bolivianos, que por puro error