viernes, 18 de octubre de 2013

DÍA DEL MAESTRO

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO EL LONGINO, 18 / 10/ 2013. Quizás como nunca será preciso recordar este día y homenajear a nuestros profesores, por lo menos por dos razones. Primero, por el sentido e inapreciable valor de la función docente, de su impacto en la vida social y personal de cada mujer y hombre, lo que, simplemente, la hace la más importante de todas las actividades del país. Así es, y así ha sido siempre, aquí y en el mundo entero. Por cierto, la vida de todos nosotros transcurre cada día teniendo como referencia lo que aprendimos en las escuelas con nuestros maestros, en mil formas. La orientación moral y, en muchos casos, la profesional de una persona, normalmente surgió, a veces de modo explícito, en los primeros tiempos en que estuvo en contacto con ellos. Si bien el ser humano social es educado primero en el hogar, la tarea educativa de los padres siempre será incompleta sin la intervención de la Educación sistemática de Estado, que sólo dan los maestros. Y segundo, particularmente en Chile, porque nuestros maestros, a través de sus organizaciones gremiales y profesionales, siguen luchando incansable y heroicamente por rescatar a nuestra Educación de las garras del mercantilismo en que hoy se encuentra, y, por extensión, de la constante baja en su calidad y de las espantosas desigualdades en cuanto a su acceso, si se quiere que sea buena. Ostensiblemente, tanto la Educación escolar como la superior han bajado en calidad general. No era así en el pasado. Fueron maestros chilenos los que contribuyeron a desarrollar la Educación en Colombia, Venezuela y en otros países de América Latina, y nuestras universidades tenían fama internacional, con aquellos augustos maestros que hicieron de ellas verdaderos templos de la ciencia y la Filosofía. Eso explica por qué a sus aulas llegaban jóvenes de muchos países a estudiar, especialmente de América Latina. Para empezar, Chile necesita reformar profundamente la enseñanza escolar. Mediciones internacionales bien conocidas ubican el rendimiento de nuestros niños en muy pobres lugares; y en cuanto a la Educación superior, también es tarea urgente mejorarla. Sólo dos de nuestras universidades, la Universidad de Chile y la Universidad Católica -reservadas en todo caso para los sectores económicos más holgados del país- apenas alcanzan entre el 400 y 500 avo lugares entre las primeras mil universidades del mundo. La experiencia de la subsidiaridad en Educación ha probado, indiscutiblemente, que el haber hecho de la Educación superior, en su totalidad, un servicio comprable, una mercancía como lo es cualquier objeto de mercado, ha menguado su calidad, y, además, la ha transformado, fuera de la cuna en que se nace, en la más formidable fuente de inequidad social. Sin embargo, lo peor no es eso, sino el impacto que esa situación tendrá en nuestro futuro como nación: Dicho brevemente, si no mejora la calidad general de la Educación universitaria, es posible que en Chile, en el mediano plazo, la calidad de nuestros futuros profesionales no condiga con las necesidades de nuestro desarrollo. Si el Estado de Chile, no retoma su rol educador, y revierte el actual status subsidiario en que se desenvuelve la Educación, estaremos, antes de lo que nos imaginamos, en una crisis de consecuencias que pueden ser desastrosas. Toda la razón tenía el gran educador Valentín Letelier cuando decía en 1888 en uno de sus discursos más conocidos, pronunciado en la Universidad de Chile: “El Estado no puede ceder a ningún otro poder social la dirección superior de la enseñanza pública...Gobernar es Educar.” Palabras de fuego que recogiera medio siglo después el gran Presidente Pedro Aguirre Cerda. La tarea por recuperar la Educación para la sociedad, organizada en su Estado democrático, ha sido dura y lo sigue siendo. En suma, el orden constitucional que nos rige hizo, para empezar, a la Educación escolar, de manera medio oculta, una mercancía, porque si tiene calidad, cuesta dinero; si no se tiene dinero, será difícil llegar a la Educación superior, o, simplemente, acceder a buenos trabajos. En cuanto a la universidad, ella es enteramente pagada, y si se llega a sus aulas, el joven chileno promedio, hijo de trabajadores o empleados de base, aquel que constituye casi las tres cuartas partes de la juventud del país, tendrá que endeudarse por décadas, reduciendo así sus posibilidades de ahorro y de fundar una familia. Esa es la actual lucha de los maestros chilenos, recuperar para el Estado el poder administrativo y financiero que la Educación tuvo en el pasado; es decir, que la Educación vuelva a ser su atención preferente. Será, sobre todo, la movilización de nuestros maestros la que conseguirá mejorar su calidad, ubicándola así en el sitial de respeto que merece. Además, será esa lucha, la que conseguirá que nuestros maestros puedan gozar de salarios dignos y de la estabilidad laboral que merecen. ¡Viva el Día del Maestro!

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