miércoles, 6 de febrero de 2013

“NUESTROS HERMANOS MENORES.”

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21. 18 DE ENERO DE 2013. Cuando San Francisco de Asís, uno de los santos más emblemáticos y populares de la Iglesia Católica, pronunció ésa su célebre definición de los animales hace unos 750 años, no lo hizo porque conocía el genoma de los seres vivos, sino como expresión de amor hacia ellos, partiendo de su inspiración amorosa primigenia, las enseñanzas del Nazareno. Francisco, sin embargo, no estaba equivocado. En cuanto seres vivos, es muy poco lo que separa al hombre de los animales; incluso, sus “hermanos menores” lo aventajan, y lejos, en la capacidad sensorial. El desarrollo cerebral, por razones ampliamente discutidas por la Antropología, por cierto, ha puesto al hombre en gran ventaja sobre ellos, y, en teoría, puede hacer de los animales lo que le venga en gana. Sin embargo, ello tiene un poderoso límite, la propia inteligencia del hombre, que lo hace perfecto sabedor de lo que es el bien y el mal, y con ello, de lo que es el abuso y la barbarie contra los débiles. Sin embargo, el hombre ha hecho demasiado contra la vida de sus “hermanos menores,” a quienes el santo de Asís amó tanto. Por ello es que han sorprendido las recientes palabras del obispo católico de Punta Arenas, Monseñor Bernardo Bastres. Mientras el problema de los perros callejeros se discutía públicamente en esa ciudad, Bastres declaró que la naturaleza, según señala el libro Génesis de la Biblia, ha sido puesta por Dios “al servicio del hombre.” A la par, y sobre la base de ese escrito bíblico (como decía Saramago, “un catálogo de crueldades”), proponía que se programara formalmente el aniquilamiento físico de los 12.000 perros callejeros que había en Punta Arenas. Luego de su declaración, y sin programa ni nada parecido, las calles de la ciudad aparecieron llenas de perros muertos por envenenamiento, una muerte indescriptiblemente lenta y cruel, observada, además, por muchos transeúntes, entre ellos niños. Como en los tiempos vaticanos de fines de la Baja Edad Media y del Renacimiento, a este obispo, en verdad, no le falta hipocresía ni inescrupulosidad política. Luego del escándalo público y la manifestaciones populares que se hicieron y se siguen haciendo en su contra, echó pie atrás y consiguió lanzar una declaración pública conjuntamente, nada menos que con quienes le espetaron su crueldad, las sociedades defensoras de los animales de la ciudad. En la declaración, Bastres y los animalistas punta-arenenses, protestan por la matanza de los animales, y hasta piden castigar a los culpables, todavía no identificados. Pragmático y astuto este cura, y no sólo por haber embobado a los animalistas de Puntas Arenas, sino por una inusitada pilatunada anterior. Poco antes del 21 de diciembre de 2012, Bastres había declarado en una de sus misas dominicales que no creía que el mundo acabaría ese día, pero aun así, llamó a los fieles que sí creían en esa patraña “que donaran sus bienes a la iglesia”… En fin, el punto central en todo este asunto, es que en nuestro país no existe una política clara y seria sobre el tema del trato a los animales, como sí sucede en otros países, y no sólo desarrollados. Ello da lugar a que individuos como Bastres llamen simplemente a matar a los perros callejeros, sin siquiera, por lo menos, oír los argumentos de las agrupaciones que defienden la vida animal y abogan por la erradicación definitiva, hecha ley, de toda forma de violencia y crueldad contra ella. En Chile, es urgente que, por fin, el estado formule una política clara, humana y civilizada sobre los animales. Chile exhibe un récord vergonzoso en cuanto a especies desaparecidas de nuestro paisaje por sólo obra del hombre. Hoy, es preciso legislar, y pronto, sobre el tema de los perros callejeros en los marcos de la adopción, la esterilización y, en casos extraordinariamente extremos, la eutanasia. Por ley deben prohibirse, 1. Matar animales exclusivamente por su piel, para la confección de abrigos, como nutrias y chinchillas. Incluso, a estos seres vivos se los cría con ese espantoso objetivo, perfectamente sustituible por la tecnología industrial moderna. Aun más, las técnicas empleadas en la industria peletera –que deberían cerrarse- rayan en el sadismo más atroz imaginable. ¿Sabían ustedes que esos animales son desollados vivos, para conservar “la brillantez de la piel”? 2. El uso de animales de entretención, especialmente en circos y en los zoológicos basados en el método del encierro. 3. La experimentación animal, hoy algo perfectamente evitable, y, 4. La caza animal, un remanente absurdo de la época troglodita, cuando, en todo caso, el hombre cazaba para sobrevivir, y nada más. Una vez más, nuestros políticos profesionales (a menudo tan inútiles) tienen la palabra.

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