miércoles, 6 de febrero de 2013

EL CIERRE DE LA UNIVERSIDAD DEL MAR.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21, 28 / 12 / 2012. La noticia del cierre de la Universidad del Mar (U. del Mar), ha conmovido al país. La medida adoptada por el Consejo Nacional de Educación (CNE) ha sido, por cierto, radical, y hasta audaz. Como ya se está diciendo en todo Chile, se trata de dar una demostración de fuerza y “seriedad” ante el escándalo – ya internacional – en que se transformado la educación superior chilena. Lo que se olvida es que la total adscripción del sistema de educación superior al régimen subsidiario económico, importado desde Chicago durante la dictadura, ha probado definitivamente haber fracasado. De hecho, aunque está haciendo agua por todos los costados, en lugar de atacarlo desde sus raíces, hoy se ha optado por liquidar una universidad privada, que no ha cometido peores faltas que muchas de sus congéneres. Peor aun, se trata de una universidad que se había propuesto corregir rumbos, a pesar del acoso del Ministerio de Educación y “El Mercurio.” En verdad, la U.del Mar estaba condenada desde hacía tiempo, en calidad de chivo expiatorio, elegido para probar lo serio que es el CNE, y el propio gobierno. El Consejo de Iglesias Evangélicas de Chile (CIE) había ofrecido comprarla, siempre, desde luego, que no se cerrara. La comunidad evangélica quería hacer de ella la “Universidad Evangélica de Chile,” tan confesional como lo es la Universidad Católica. En manos del CIE, por supuesto, era posible tener la esperanza que la U. del Mar corrigiera rumbos definitivamente. Sin embargo, el CNE no dio a la institución ninguna chance. La verdad es que su cancelación, si se observa lo que ocurre en el resto de las universidades, debería en estos momentos decretarse para muchas más, cuyas faltas –entre ellas el lucro- han sido probadas mil veces, y públicamente. Como sabemos, la ley sobre el lucro, consagrada en la constitución del 80, era una mentira. Eso se supo siempre, y, sin embargo, todos los gobiernos, sin excepción, desde la dictadura hasta hoy, hicieron la vista gorda ante el evidente enriquecimiento de los dueños de universidades privadas. Tampoco los gobiernos movieron un dedo ante los abusos de poder en universidades estatales, cuyas mayores expresiones han sido, además de un atroz autocratismo interno, la existencia de sobresueldos injustificados de los directivos y los despidos masivos como forma de ahorro institucional. Durante mucho tiempo, invocando el seudo-principio de la “autonomía universitaria,” los gobiernos permitieron que en sus universidades, las estatales, únicas garantes de laicismo y pluralidad ideológica, no se contrataran a los mejores intelectuales disponibles en la sociedad, sino a los amigos y compadres de cofradías o grupos cerrados a los que pertenecían sus rectores. En cuanto al muy cacareado sistema de acreditación de las universidades, baste decir que no sólo fue un fiasco, sino un escandaloso fraude, por la Ley del Embudo que en muchos casos lo caracterizó, la poca seriedad y falta de transparencia en cuanto los períodos asignados de acreditación, y, claro, las coimas que lo ensuciaron definitivamente. Por cierto, acreditar una institución o una carrera universitaria con el período “mínimo” era decirle a esa institución, “Mire, usted está mal, pero le vamos a dar un plazo…” Y así, muchas universidades, tanto privadas como estatales, han estado recibiendo una especie de acreditación de “gracia,” que, sorprendentemente, se repite de manera indefinida. En fin, “alia jacta est” (la suerte está echada) decía César, como insinuando, “ya veremos cómo resolveremos los problemas que vengan.” Ahora, lo mismo dice el CNE, y por extensión, esta administración. Veremos cómo se resolverá el caso de los estudiantes cuyas carreras no existen en las universidades locales. ¿Les pagará el Estado su traslado y manutención en otras ciudades? En Chile no hay curricula universitarios nacionales. Por lo tanto, puede darse el caso que los estudiantes despedidos de la fenecida U. del Mar no sean admitidos necesariamente en otras universidades. ¿Se atreverá el gobierno a afectar la autonomía académica de éstas y ordenarles recibir a los nuevos alumnos? ¿Y qué me dicen de los jóvenes que están en proceso de titularse? Si se cierra la U. del Mar, y no han sido aprobadas sus tesis, ¿los admitirán otras universidades? ¿Y si los admiten, les darán nuevos plazos para las correcciones que correspondan? Más aun: como la U. del Mar estaba acreditada, muchos jóvenes tenían créditos bancarios para estudiar, los que tendrán que pagar, aunque no encuentren otras universidades donde estudiar. ¿O se los pagará el Estado? La papa caliente, desde luego, la tendrá que manejar el próximo gobierno, que bien podría no ser del signo político de éste, que decretó el fin de la U. del Mar.

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