miércoles, 6 de febrero de 2013

REPRESENTATIVIDAD POPULAR Y SISTEMAS ELECCIONARIOS.

PROF. HAROLDO QUINTEROS. DIARIO 21, 14 – 12- 2012. (PRIMERA PARTE) .En torno al tema de la representatividad y las elecciones populares, lo primero que hay que entender es que no es lo mismo “representatividad popular” que “sistema electoral” o “fórmulas electorales.” La verdad es que con un sistema electoral tramposo, se puede perfectamente hacer creer que existe representatividad popular (es decir, democracia), cuando, en verdad, lo que se está haciendo es anular el carácter representativo que deben tener las elecciones. Lo peor es que la ciudadanía, al votar, avala legalmente las elecciones, del tipo que sean, como aquellas en que los resultados están planeados de antemano. Esto es lo que ocurre en el caso del sistema binominal chileno, que elige a los representantes del Poder Legislativo, i.e., los senadores y diputados. Ténganse muy en cuenta que a pesar de las muchas atribuciones que la Constitución Política de Chile otorga al Poder Ejecutivo (el Presidente de la República), el Poder Legislativo es tan o más importante que aquél, porque es allí donde se hacen todas las leyes que rigen el país. El sistema binominal de elecciones es universal. Son pocos los países que tienen parlamentos uninominales (un solo representante por distrito), como en Francia, donde, incluso, en caso que un diputado no obtenga mayoría absoluta (50% más uno de los votos) en un determinado distrito, se convoca a una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. Binominalismo, como su nombre lo indica, significa la elección de dos representantes por distrito, y este el sistema que rige las elecciones parlamentarias chilenas. Nada sería anormal ni recusable, si no fuera porque el binominalismo chileno no es proporcional; es decir, la representatividad popular de los elegidos no se basa en los votos que obtengan los candidatos, sino la lista binominal en la que estaban inscritos. Esto hace al binominalismo chileno un fenómeno excepcional en el mundo. ¿Por qué los autores de la Constitución Política idearon distorsionar la fórmula binominal, que es proporcional en todo el mundo democrático de hoy? Muy simple: el binominalismo chileno no se ideó para elegir a los representantes que el pueblo quiere, sino, fundamentalmente, para evitar que se derogue el orden constitucional impuesto por un sector político del país -la derecha-durante una dictadura militar. Así las cosas, lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo es que con el sistema binominal que rige en Chile la administración del orden consagrado en la Constitución la comparten en calidad de duopolio las dos mayores coaliciones políticas existentes. Sobran los ejemplos de cómo la voluntad ciudadana ha sido burlada en Chile, en cada una de las regiones del país. Quizás el caso más elocuente fue el primero de todos, en orden cronológico. En las primeras elecciones de senadores de post-dictadura, en 1989, Ricardo Lagos ganó por lejos a su oponente mayor, Jaime Guzmán (precisamente el autor del binominalismo que nos rige). Sin embargo, Lagos no fue elegido, sino Guzmán, porque la lista de la Concertación no dobló en votos a la de la derecha. La situación llegó a los lindes de lo tragicómico cuando, luego del asesinato de Guzmán, terminó siendo senador su compañero de lista Miguel Otero, quien obtuvo aun menos votos que Guzmán, apenas el 15, 31%; exactamente la mitad de la votación de Lagos. Por supuesto, por éste y muchos ejemplos más, al sistema binominal de elecciones chileno no se lo puede catalogar como democrático. Para cambiar leyes importantes, es preciso dos tercios de los votos de los parlamentarios en dos terceras partes de las circunscripciones del país (¡dos terceras partes en todo el país!), lo que, por supuesto, es imposible. Lo más curioso de todo, es que Jaime Guzmán no es, como se cree, el “genial” autor del sistema. No, Guzmán lo copió al pie de la letra a Wojciech Jaruzelski, el gobernante comunista polaco de principios de la década de 1980. Se recordará que por entonces, el pueblo de Polonia tenía paralizado el país exigiendo democracia y libertad, que allí entonces no existían. Jaruselski impuso el sistema binominal no proporcional (como el nuestro de hoy) para las primeras elecciones legislativas de la Polonia de post-guerra, con el fin que su Partido, llamado Partido Obrero Unificado de Polonia, siguiera gobernando. Exactamente fue lo que ocurrió en Chile. Jaime Guzmán, que, paradojalmente se declaraba el más convencido de los anti-comunistas, copió el sistema de una dictadura… comunista (CONTINUARÁ). ………………………………………………………………………….. (SEGUNDA PARTE) Al igual que en Polonia, y como muy bien lo sabe todo el mundo, en la dictadura de Pinochet gobernó un solo sector político, la derecha. Más claro aun, quien gobernó fue sólo un puñado de individuos, sus dirigentes mayores. Gobernaron con el poder absoluto en sus manos, sin oposición y bajo un clima nacional de persecución, represión y amedrentamiento. La radicalizada impronta política de la dictadura, condijo perfectamente con el predominio del sector derechista menos respetuoso de la democracia, que, luego del fin de la tiranía, se organizó mayoritariamente en la UDI. Comparemos: En Polonia -uno de los varios estados satélites de la ex - Unión Soviética- ante la arremetida popular por terminar con la dictadura imperante, sus dirigentes, con Wojciech Jaruzelski a la cabeza, inventaron el binominalismo no proporcional, para seguir gobernando. En Chile, la derecha lo copió para eso mismo, para seguir gobernando, sobre la base de una constitución política que ella se creó para su beneficio (la que aún nos rige, y que consagra el sistema neo-liberal imperante en todas las esferas de la vida social). Por supuesto, como Polonia es hoy un país verdaderamente democrático, el sistema binominal no proporcional de elecciones fue a dar al tacho de la basura, como una “vergüenza histórica,” como lo llaman los polacos. Como es lógico, allí los comunistas son sólo un partido político más. Aquí, en cambio, la derecha, en estricto rigor, sigue gobernando, porque las reglas del juego - la Constitución de 1980 - las fijó ella, y son incambiables. Desde luego, este sistema sólo puede regir donde la democracia y la libertad no existen. Rige sólo, además de Chile, en Azerbayán y Georgia, dos estados que son parte de la actual Federación Rusa, y que persisten en una violenta lucha por independizarse. En Chile, el sistema binominal está consagrado en dos leyes, la N° 18.556 sobre inscripciones electorales y servicio electoral de 1986, y la N° 18.700, sobre votaciones populares y escrutinios, de 1988. Ambas son leyes orgánicas constitucionales, y, por lo tanto, su derogación significa que quienes quieran derogarlas o modificarlas seriamente deben doblar a sus sostenedores (la derecha) en mucho más de la mitad del país. Además, los plebiscitos vinculantes populares para cambios de la constitución (el método normal a seguir en cualesquiera países democráticos del mundo para ese efecto) no existen; por lo tanto, no pueden ser convocados por nadie, ni siquiera por el Presidente de la República. Por favor, díganme, ¿qué democracia es ésta? Cuando hubo alguna esperanza de eliminar el sistema binominal, fue cuando Pinochet fue atrapado por la justicia internacional. El gobierno de Chile, entonces de la Concertación, era la única instancia que podía salvar al sátrapa. La ultraderecha política haría todo por salvar al ex – dictador, porque en ello iba salvar su propia imagen nacional e internacional, que, en un juicio a Pinochet fuera del país, revelaría al mundo su complicidad en las atrocidades que se cometieron en ese oscuro período de nuestra historia. Era la gran oportunidad de la Concertación para negociar el fin del sistema binominal. No ocurrió nada. En el mejor de los casos, una vez salvado Pinochet, se iniciaron tímidas conversaciones para sólo moderar o corregir parcialmente el sistema. Hoy, nadie en las dos coaliciones mayores está proponiendo eliminar el sistema binominal –como fue en Polonia - sino sólo reformarlo. Hasta ahora, las fórmulas propuestas redundan en aumentar la cantidad de parlamentarios, dando la posibilidad a los partidos y coaliciones menores de acceder al Parlamento. La Concertación está proponiendo agregar 30 escaños suplementarios en el senado, elegidos proporcionalmente de las listas que superen un umbral de un 5%. Algunos dirigentes de la derecha han declarado que aceptarían añadir más candidatos a las listas (no dos como ahora) y/o añadir una lista nacional, en donde los nuevos cupos se asignen bajo un método proporcional a los partidos que obtengan como mínimo un 5% de los votos. Huelga decir que todos esos arreglines se suceden día a día a pesar del amplio rechazo ciudadano al sistema. Una encuesta de la CEP, realizada entre noviembre y diciembre del año pasado, arrojó un resultado impresionante: sólo el 17% de los encuestados opinaron que el sistema binominal debe mantenerse… pero allí sigue, e indefinidamente.

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